Aquel jueves Ana B. (nombre protegido) tomó su mochila al mirar el portón del conjunto habitacional donde está su casa, en uno de los valles de Quito.
Como de costumbre, a las 16:00, la buseta se aparcó junto a la garita y la niña, de 7 años, descendió del vehículo. Alcanzó a dar apenas unos pasos cuando el guardia de seguridad la llamó para que recogiera unos sobres. Al acercarse, la pequeña fue amedrentada por el uniformado, quien pidió que se metiera en un bote de basura, porque -según él- las vidas de su madre, su padre y hermano corrían peligro.
Desconocidos subieron ese cilindro plástico a un automotor y se llevaron a Ana. La madre de la pequeña, angustiada por la extraña demora de su hija, se acercó a la entrada y preguntó al guardia si la había visto. Inicialmente él le dijo que no. Pero ella insistió y entonces el custodio respondió que la niña había ingresado al conjunto, pero que no sabía nada de ella.
La mujer notó las contradicciones y llamó a la Policía, a la Unidad Antisecuestros y Extorsión (Unase). El guardia fue detenido por sospecha de participación en la desaparición de Ana.
A las 18:00, la familia de Ana confirmó su temor, al recibir una llamada telefónica. Un desconocido exigió 1 millón de dólares para devolverles a la niña.
“El plagio es un delito propio del crimen organizado”, explica Juan Carlos Núñez, fiscal de la Unidad de Garantías y Personas del Ministerio Público de Pichincha. “Siempre es planificado y se estudia a la víctima, a veces durante meses. El 90% de casos se origina por información proporcionada por amigos cercanos de la familia, trabajadores y hasta guardias de seguridad”, añade Núñez.El secuestro de Ana fue registrado el año pasado y consta entre las 259 denuncias por este delito recibidas en la Policía Judicial de Pichincha. Según esa base de datos, el número de registros en la provincia se incrementó en un 290%, con relación al 2009, cuando fueron reportados 89 plagios.
En el país, en el 2009 hubo 538 secuestros (25% en Guayas, 16% en Pichincha). El año pasado la cifra subió a 719 plagios (36% en Pichincha, 25% en Guayas).
La llamada a la casa de Ana fue interceptada. Con un rastreo se logró determinar el lugar del cautiverio de la pequeña.
Martha Safla, psicóloga de la Dirección Nacional de Policía Especializada para Niños y Adolescentes (Dinapen), sostiene que las víctimas de secuestro y sus familiares requieren tratamiento.
“En el niño pueden quedar secuelas, por ejemplo, temor a las personas, a la oscuridad, pesadillas”, dice. Agrega que si los niños sufren maltrato o agresiones durante el proceso de plagio, depende de la edad, se requerirá una terapia psicológica por un tiempo mayor. No se puede hablar de plazos fijos, según Safla. “Depende del apoyo de la familia”.
Un agente de élite de la Policía advierte que para ejecutar un secuestro como tal (interceptación y sometimiento) solo bastan 40 segundos. Los más vulnerables son quienes tienen poder económico y no tienen una cultura de seguridad, sostiene.
El fiscal Núñez indica que en la mayoría de casos el plagio tiene fines económicos. En la Policía este tipo de secuestro, conocido como extorsivo, es considerado distinto al secuestro exprés: la principal razón es que el primero implica una mayor planificación y logística (inteligencia previa, lugar de cautiverio, insumos para alimentar a la víctima, etc.).
En el barrio Rumiñahui, en el norte de Quito, dos vehículos interceptaron a una buseta escolar. De ellos descendieron armados, pidieron al conductor de la unidad que abriera la puerta y buscaron a Jorge Chávez (nombre protegido), de 14 años. El estudiante fue forzado a bajar, lo secuestraron el 18 de febrero del 2010.
La mayoría de secuestros a menores de edad se registra cuando van del colegio a la casa, y viceversa, y en lugares públicos, como parques o centros comerciales. “No hemos tenido casos en los que los secuestradores entren al domicilio para sacar a un niño”, asegura el agente de élite.
Ana fue rescatada tras siete días de cautiverio. Los involucrados fueron condenados a 12 años.
Testimonio
Ricardo A.
Víctima de la inseguridad
‘Hasta un quintal de papas se robaron de mi local’
Soy dueño de uno de los locales de salchipapas Papitas Fritas a lo Bestia, que funciona en el centro norte de Quito. Y la mañana de ayer me topé con la sorpresa de que se han entrado a robar en horas de la madrugada.
Calculo que el monto del robo se aproxima a los 1 200 dólares. Se llevaron un televisor grande que tenía en el local, 300 dólares en efectivo y unas 10 libras de carne molida que me sirve para hacer la hamburguesas. ¡Y hasta un quintal de papas que ya estaban peladas se me llevaron!
Los ladrones tuvieron todo el tiempo para robar lo que quisieron. Para entrar a mi local, rompieron una división de madera que había con una bodega. No me había percatado de que esa división era tan débil.
Hace dos semanas ya se me llevaron dos tanques de gas de la cocina. Supongo que en esa ocasión se fijaron que podían robar más, porque vieron la pared de madera y por eso esta vez hicieron un hueco y entraron.
En dos años que llevo trabajando en este sector es la primera vez que sufro un robo de este tipo. Y eso que siempre veo que a los chicos les arranchan los celulares y las ‘laptops’. Eso sucede más al mediodía, cuando salen los estudiantes de clases y los ladrones se mezclan entre la gente.
Me parece raro todo esto porque en esta zona, en las noches, sí existe vigilancia de los policías y de las personas del Ejército.
Todas las noches, ellos hacen los recorridos de vigilancia. Pero parece que eso no es suficiente.
Los delincuentes están pendientes de a qué hora se realizan estos patrullajes y aprovechan cuando no están. Ahí cometen toda clase de robos a los locales. De igual manera, hace un tiempo, robaron un cibercafé y se llevaron algunas computadoras.
Pienso que es mi culpa en parte lo del robo, por ser muy buena gente. Es que siempre vienen personas extrañas a pedirme el baño y cómo me puedo negar a eso. Entonces ahí creo que las personas vieron que era posible entrar a robar en mi local.