Participe en el blog: Mi historia de inseguridad
‘Aquí la droga cuesta desde 1 dólar. Desde la caja veo a los vendedores que pasan por la calle. Son extranjeros, madres con bebés y niños”. El relato es de un empleado de un restaurante en el sector de La Mariscal, en el norte de Quito. Allí, moradores y comerciantes, de la considerada zona turística, conocen de cerca de la compra y venta de alcaloides.
El miedo a represalias los mantiene en silencio. Luis E. ha vivido en el sector desde hace 20 años y dice que la mayoría de vecinos, comerciantes e incluso la Policía conocen a los vendedores. “Pero nadie se atreve a denunciarlos. Los pocos que lo han hecho sufren asaltos al día siguiente”.Por eso él es escéptico de la acción policial de hace ocho días, que desembocó en la detención de 12 extranjeros presuntamente vinculados al tráfico de drogas, al prestadiario y al sicariato en La Mariscal. La Unidad de Inteligencia Antidelincuencial determinó que esa red presuntamente estaba integrada por paramilitares y que en los últimos seis meses libró una batalla con otra mafia de la droga, por la disputa de territorio en la zona turística.
En las investigaciones se determinó que los presuntos narcos calificaban a esa zona como “un buen mercado” de alcaloides. Una organización africana controlaba el expendio, abastecida por una red de narcotráfico integrada por ciudadanos de dos países de América Latina. Esta última pretendió hacerse cargo de la venta directa en las calles y eso desató una guerra, que desde mediados de julio ha segado al menos las vidas de cinco traficantes.
Luis T. prefiere el anonimato. El dueño de un negocio sobre una transitada calle cercana a la Plaza Foch refiere que el expendio de narcóticos es constante. Lo atribuye al alto flujo de turistas de aventura (mochileros). “Los extranjeros son los que más consumen. Vienen por diversión. Todo el mundo lo sabe”, relata el hombre, quien atiende de lunes a domingo, de 10:00 a 03:00. En esas horas ha presenciado robos, asaltos y la venta de estupefacientes frente a su negocio.
Según datos de la Asociación Plaza Foch, 30 000 personas llegan hasta ‘La Zona’ cada fin de semana. Son clientes de restaurantes, discotecas, bares, karaokes… y, algunos de ellos, también de los expendedores informales de marihuana, pasta base de coca y clorhidrato de cocaína.
Soledad M. atiende un restaurante en la Juan León Mera, cerca de la Veintimilla. Para la mujer, el tramo de la Juan León Mera, entre Veintimilla y Foch, es el más peligroso de La Mariscal.
Pasadas las 18:00, las sombras de desconocidos ocupan las jardineras, aceras y esquinas de ese tramo, el menos iluminado de la zona turística, principalmente porque no hay negocios abiertos. Los comerciantes saben que en ese sector son escondidos pequeños paquetes de droga; entre las piedras de la calle e incluso en las paredes de algunas casas.
“Cuando patrulla la Policía, todos los ‘brujos’ esconden la mercadería”, señala Soledad. “La ponen en las capuchas de las chompas de los niños o en los coches; las mujeres embarazadas se guardan en sus vientres. Es un espectáculo terrible”, enfatiza.
Raúl D. visita con frecuencia las discotecas de ‘La Zona’. El universitario narra que dos veces fue víctima de asaltos. “Me robaron dos celulares, se aprovecharon de la oscuridad. Aquí se puede conseguir droga barata, para extranjeros y nacionales”, dice, mientras transita por la calle Reina Victoria.
En esa vía, jóvenes extranjeros, atractivos y carismáticos, ocupan los portales y esquinas. Por la noche, abordan a los transeúntes. Entregan hojas volantes y tarjetas de presentación en las cuales ofertan servicios de los centros nocturnos: desde bares y karaokes hasta prostíbulos.
A Raúl D. le inquieta la presencia de esos foráneos. “No se sabe para quién trabajan, si tienen documentos en regla. Antes tenía miedo de los colombianos, pero ahora ellos me dan más confianza que estos extranjeros”, dice.
Lorena M. vive en el sector y destaca la variedad gastronómica. Ella acude a los restaurantes, al menos dos veces al mes, “pero siempre en grupo de amigos. La inseguridad se siente. Todos sabemos que hay venta de droga”.
Agentes Antinarcóticos sostienen que en La Mariscal operan redes internacionales del narcotráfico. Y que estas también intentaban tomarse cinco barrios del sur de Quito, como Chillogallo, Ciudadela Ibarra, La Magdalena, Atahualpa y Solanda; y tres del norte: Comité del Pueblo, La Roldós y Carcelén.
Inteligencia sostiene que los africanos asesinados en una casa de La Mariscal el pasado 18 de octubre operaban en el aeropuerto internacional de Quito. Por vía aérea enviaban ‘mulas’ (personas con droga en su cuerpo) a Europa, en especial a Holanda. También que en La Mariscal la venta de drogas mueve al menos USD 5 000 cada noche.
En el sector de La Mariscal se aplica un plan de seguridad, en el cual participan la comunidad y la Policía Nacional. El comité se reúne cada semana. Los propietarios de locales dicen que su campaña es permanente para que los visitantes no beban licor en la vía pública. Luis T., como propietario de un negocio, comenta que ha tenido muchos inconvenientes cuando se trata de controlar el consumo de alcohol fuera de su local. Muchas veces ha recibido insultos e incluso ha sido amenazado.
La Empresa Metropolitana de Turismo contabiliza que en La Mariscal existen 315 negocios de comida y bebida. Sin embargo, hasta el momento no existe un dato exacto de cuántos negocios no tienen permisos de operación.
María P. vive en el sector desde hace 30 años. Recuerda que era residencial y que no era peligroso transitar. Ahora ella evita salir de su casa pasadas las 18:00 y piensa en vender su inmueble.
Antes lo arrendaba pero “ahora solo tengo propuestas de extranjeros que incluso ofrecen el doble de un arriendo normal. Eso no es nada confiable. Prefiero tener paz”. Algunos de sus vecinos tienen problemas para dar por terminados los contratos de arrendamiento con foráneos.
QUITO
Rubén Bravo
Víctima de hechos delictivos
‘Estuve a milímetros de morir ’Dos personas trataron de asaltar mi local donde alquilo computadores y cabinas telefónicas. No se robaron las cosas, pero me hirieron con un cuchillo. Fue el 9 de noviembre, a las 21:30, en la Mariana de Jesús, a una cuadra del Mall El Jardín (norte de Quito).
Ese día me quedé hasta tarde. Mi esposa e hija estaban conmigo. Los asaltantes eran jóvenes, entre 15 y 17 años. Uno se quedó en la puerta, mientras el otro me pidió que le diera el dinero y los equipos de computación. Mi error fue que le reclamé y él me atacó con el cuchillo. Me hizo una herida en el brazo y otra en las costillas.
Al parecer, los delincuentes eran novatos, pues me atacaron y huyeron del local. En el piso de mi negocio se formó un charco de sangre. En ese momento me asusté y mi esposa me hizo un torniquete en el brazo. El corte que me hicieron en las costillas fue el más peligroso. Según el médico que me atendió, estuve a milímetros de morir, ya que casi perfora mi pulmón.
Esta es una zona complicada en lo que se refiere a robos y asaltos. Luego de las 19:00, la avenida Mariana de Jesús es peligrosa. Con frecuencia se escucha que asaltan a los transeúntes y que roban en los locales comerciales.
Para mí, la Policía debería realizar más patrullajes. A veces, luego de las 18:00, no vemos uniformados por acá. De eso se aprovechan los delincuentes para robar. Los propietarios de los locales nos hemos reunido para comprar una alarma comunitaria. Al principio, todos nos pusimos de acuerdo en hacerlo, pero luego se olvidaron.
La propuesta
Sonia Andrade
Dirigente del movimiento Mahatma Gandhi
‘Reforcemos la educación’
La inseguridad ha crecido, de cierta forma, por el aumento poblacional que no ha sido controlado. Sería importante analizar el tema de la inseguridad desde la salud sexual y reproductiva.
La inequidad social contribuye a que exista inseguridad ciudadana. Un país bien educado no es un país que delinque. Un país seguro no es el que más cárceles tiene. Un país más seguro es el que, desde el poder, busca estratégicamente acciones que beneficien a la sociedad. En cuanto a la salud sexual, debemos estar conscientes sobre cuántos hijos podemos tener y criar. Eso se logra reforzando la educación, la cual es primordial. Si tengo la posibilidades de comer tres comidas, no salgo a delinquir. Igual si me educo.
La inseguridad no es problema del Gobierno de turno. Es un hecho que ha caminado paulatinamente y que merece ser abordada desde distintas aristas.