Maribel visitó la tumba de su hijo Erick, la semana pasada. El joven murió a los 16 años. Foto: Joffre Flores/ EL COMERCIO.
Las flores empezaron a marchitarse en la bóveda 239. La cera derretida se endureció sobre el cemento y la pintura de la lápida brilla como si aún estuviera fresca. Erick nació en junio del 2001 y murió hace dos semanas, poco después de cumplir 16 años.
Encontraron su cuerpo colgado de una tubería, en un centro para el tratamiento de adicciones que funcionaba sin los permisos.“Quería dejar las drogas, pero no podía. Lo llevé a ese lugar, aunque no quería que lo encerrara. Le dije que era por su bien y él solo me respondió: ‘mami, no me dejes…’. No puedo olvidar sus palabras; no creo que se haya suicidado, como dicen”.
Maribel recuerda la historia de su hijo en un pasillo del cementerio. Todo empezó un año atrás, cuando detectó que Erick ya no era el mismo: casi no comía, a veces hablaba, y a ratos enmudecía, bebía mucha agua y padecía insomnio. Entonces él le confesó que consumía H.
“Fuimos a un centro de salud, pero las pastillas no le hacían bien. Cuando dejaba de consumir no soportaba los dolores y recaía. Lo quise ayudar, pero ya no está a mi lado”, se lamenta.
Los relatos de los padres que perdieron a sus hijos por el consumo de estupefaciente se oyen como susurros, porque prefieren no hablar de las causas: sobredosis, suicidios y complicaciones por el denominado síndrome de abstinencia.
El Ministerio de Salud no maneja cifras actuales. Dice que en el país se han registrado 71 muertes relacionadas con los trastornos mentales y del comportamiento por consumo de alcohol, opioides, cocaína, tabaco y psicotrópicos, en el 2015. La Secretaría de Estado dijo a este Diario que aún no tiene datos validados del 2016 y de los 6 meses del 2017.
Lo que sí se sabe es que, a escala nacional, unas 12 979 personas necesitan internamiento para superar su adicción severa a los estupefacientes.
Ithel Hidrovo, director de la Fundación Salva tu Vida, cree que las muertes se pierden en el subregistro o se las asocian a complicaciones cardiacas.
“Cada día fallecen entre 15 y 20 personas por uso de drogas en el país. Lo indican las investigaciones y los testimonios que hemos oído en estos 20 años de trabajo”, advierte.
Al hablar de los narcóticos más mortales, Hidrovo no duda en mencionar la H. Esta mezcla de pequeñas dosis de heroína, cemento, excremento o raticida “seca a los muchachos como si fueran ratas”.
Y agrega que el riesgo es mayor si el uso es frecuente. “Si un chico empieza el consumo a los 14 años, a los 21 podríamos tener un velatorio”, comenta.
Maribel tuvo que endeudarse en USD 650 para sepultar a su hijo. Eso sin contar los USD 150 que pagó por el primer mes de internación y otros 100 en medicinas. Erick murió cinco días después de su ingreso. El reporte de la morgue concluyó que fue por asfixia.
En un 80% de los casos, las adicciones tienen su origen en patologías psiquiátricas que no son tratadas a tiempo, explica Yover Lapo, del Instituto de Neurociencias. Él advierte de los desenlaces fatales si no se presta atención a los síntomas de fondo, como la depresión, trastorno bipolar, esquizofrenia o rasgos de personalidad.
Estas enfermedades, sumadas al consumo de drogas, pueden desencadenar autoagresividad e incluso el suicidio.
Otras causas de muerte están relacionadas con el uso de sustancias más nocivas, una vez que los jóvenes adquieren resistencia a un solo narcótico. Por ejemplo, hay chicos que relatan haber iniciado con marihuana, luego pasaron a la pasta base de cocaína y al final a la H.
Esto puede causar complicaciones cardiovasculares, respiratorias, cerebrales y la muerte. Los mismos problemas lo experimentan quienes no toleran la abstinencia. Para paliar los calambres y vómitos que provoca este síndrome, los jóvenes aumentan las dosis y eso, por lo general, resulta letal.
Otro caso de muerte prematura es el de Josué. Falleció la semana pasada. Tenía 16 años. “Estaba con la abstinencia y no resistió”, cuenta Rocío, una líder comunitaria que orienta a padres de chicos que usan la H.
No es la primera vez. “Hace tres meses otra jovencita murió. Fue una sobredosis”, recuerda la mujer. Una sobredosis también acabó con la vida de Alberto, a los 17 años.
En su casa hay fotografías de su niñez y los trofeos que consiguió en finales de fútbol adornan la sala. Desde hace más de un año, este joven ya no está con sus familiares.
“Fue muy doloroso. Parece que consumió las mezclas de algunas drogas”, es lo único que puede decir su hermana. Su mamá aún no se recupera y asiste a terapias psicológicas.
Maribel no ha tenido tiempo para ir a terapias. Desde la semana pasada acude a la Fiscalía dentro del proceso que se sigue en contra de la clínica donde falleció Erick. Frente a la tumba de su hijo niega una y otra vez el suicidio. “Cuando me entregaron su cuerpo tenía un golpe en la nariz…”.
Ira, negación, enojo, depresión, ansiedad son algunas de las secuelas que deja el duelo entre quienes pierden a familiares por causa de las adicciones a las drogas.