El militar, quien permaneció hospitalizado ocho días y aislado tres semanas, regresó ayer, domingo 5 de junio del 2020, a su cuartel en Quito, tras ganarle la batalla al letal virus. Foto: Archivo particular
La tos lo ahogaba. El dolor en el pecho era tan intenso que parecía que alguien le propinaba golpes cada cinco segundos.
Los dedos de las manos y de los pies se le amortiguaban. Una sensación de descargas eléctricas recorría su cuerpo.
El abundante sudor lo despertaba todas las noches. “Una verdadera tortura”. Así recuerda Franklin Guaita, un sargento del Ejército, su lucha contra el covid-19.
El militar, quien permaneció hospitalizado ocho días y aislado tres semanas, regresó ayer, domingo 5 de junio del 2020, a su cuartel en Quito, tras ganarle la batalla al letal virus.
Por primera vez en un mes, el Sargento nuevamente vistió su uniforme camuflaje y contó cómo enfrentó la enfermedad.
Todo empezó los primeros días de junio. Él y otros 11 compañeros más se contagiaron por compartir habitación con un soldado que tenía coronavirus.
“Al principio le dijeron que era una gripe. No nos preocupamos, pero al tercer día todos teníamos los mismos síntomas que él”, relata.
El Sargento acudió al hospital y allí le dijeron que tenía comprometidos los pulmones.
No pasó mucho tiempo para que necesitara respirar con un tanque de oxígeno.
Su esposa y sus dos mellizos de nueve años solo hablaban con él por teléfono y videollamadas.
El militar cuenta que llegó a pensar que moriría y por eso cada noche se encomendaba a Dios y le decía “que se haga tu voluntad”.
Hoy dice sentirse afortunado y a pesar de que sabe que se contagió en su trabajo, afirma que se siente orgulloso de ser militar.
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