Eran aproximadamente las 15:00. Un joven de apariencia normal, con camisa de manga larga y blanca hizo parar mi taxi en la avenida Abraham Calazacón.
Pidió que lo trasladara al barrio Juan Montalvo, al oeste de la ciudad. Es un sector que está al extremo de Santo Domingo.
Cuando llegamos a ese lugar me dijo que lo llevara a una zona donde el estado de las calles era pésimo. Había huecos y tenía que bajar la velocidad. Eso me hizo sospechar que se trataba de un asalto. Luego me condujo a un callejón sin salida. En ese momento pensé que ya no me iba a salvar de un robo. Él dijo que vivía al final de ese callejón y que lo condujera hacia allí. Le respondí que ya no le podía llevar más allá, porque era el fin del camino. Fue en ese momento en que sacó su pistola. La colocó frente a mi rostro. Él estaba sentado en el asiento del copiloto.
Me dijo que le diera todo lo que tenía encima. Lentamente, él abrió la puerta mientras iba saliendo del vehículo. No dejó de apuntarme ni un momento. En ese momento se volvió como loco. Me percaté que tenía el dedo puesto en el gatillo. Yo era consciente de que un mal movimiento mío o el nerviosismo de él podría costarme la vida. Traté de ponerme sereno y despacio le iba dando mis pertenencias. Le entregué mi celular, la memoria del vehículo y USD 25 que había ganado hasta esa hora del día.
Trataba de mantenerme tranquilo para pensar qué podía hacer. Si hacía algún movimiento él me hubiera disparado, pero no podía arriesgar mi vida.
Luego que le entregué mis pertenencias, el ladrón me dijo “cuidado con denunciarme. Yo no soy solo y te vamos a buscar si haces algo”. Enseguida noté que en los alrededores había más gente con apariencia de delincuentes que me estaban observando.
Di retro despacio y me fui a la casa. No avisé a la Policía ni puse la denuncia. Fue raro que me asaltaran a esa hora. La mayoría de robos a taxistas en Santo Domingo suceden a partir de las 17:00.
Usan el mismo mecanismo. Llevan a los transportistas a los barrios que quedan a las afueras de la ciudad. Aprovechan la oscuridad de la noche para despistar y meterse en sus escondites.