Lorena Bustillos
Víctima de la inseguridad
Estaba esperando un taxi fuera de mi domicilio, en la Mutualista Pichincha (norte de Santo Domingo). Hice parar un carro plomo que no tenía placas, porque pensé que se trataba de un taxi informal y, de pronto, se bajaron dos personas con pasamontañas en los rostros.
Me apuntaron con sus armas, me insultaron y se llevaron la cartera que tenía en las manos. Traía 200 dólares; era el dinero del decimotercer sueldo de diciembre que me pagaron en mi trabajo. Con eso iba a comprar un regalo a mi sobrina y a mi ahijada.
Dentro del bolso también estaba un celular costoso que tenía. Desde ahí opté por tener un celular barato para que cuando me roben no me afecte tanto. Pero ya me han robado tres veces.
Los otras dos fueron similares. Cuando salía de una escuela nocturna, luego del trabajo, a mí y a cinco compañeras nos robaron los bolsos. En esa ocasión los delincuentes iban en una motocicleta. Se bajaron de forma repentina, nos encañonaron y con unos cuchillos nos cortaron los bolsos. Todas nos quedamos nerviosas, por eso no dijimos nada.
Con estas experiencias ya no llevo en la cartera mucho dinero. Llevo lo que sé que voy a gastar en el día, unos cinco dólares por lo general, y ningún artículo de valor que pueda atraer la atención de los delincuentes.
Pienso que los ladrones que me robaron me seguían la pista desde hace varios días atrás. En la Policía me hicieron saber que escogen a sus víctimas antes de atacarlas.
Saben dónde trabaja, dónde se detiene para subir al bus, cuánto se demora. Por eso ya no me arreglo mucho ni tengo joyas porque ellos también se fijan en la apariencia de las personas.
Ahora cuando llevo mucho dinero tomo todas las precauciones, como ir acompañada, y recomiendo a mi familia y a todo el mundo que no suba a taxis sin placas y sin los sellos respectivos.
En mi barrio hemos colocado alarmas comunitarias para ahuyentar a los ladrones. Ya hemos atrapado a algunos y no les ha ido bien con la gente.