Rosa D.
Víctima de la inseguridad
Me encontraba en el bus que me llevaba al gimnasio después de mi trabajo, como todos los días. Eran cerca de las 18:00 y el transporte estaba cerca de llegar a la parada donde tenía que quedarme. Todavía se encontraban unos seis pasajeros y yo estaba sentada por la mitad.
En eso se me acercó un joven que me hizo tener desconfianza. No pasaba de unos 18 años, supongo que era aún adolescente. Primero se sentó en la parte del último. Se estaba cambiando de asiento constantemente. Creo que estaba chequeando si había pertenencias botadas por los pasajeros que se habían bajado. Luego se ubicó al lado mío.
Lo primero que hice fue tratar de tranquilizarme. Ya no podía escapar y eso hubiera sido peligroso. Hubiera sido mucha suerte si no salía robada.
Me dijo bajito que le entregara la cartera y todo lo que tenía allí o que de lo contrario me iba a acuchillar. Él estaba como descontrolado y nervioso.
Mis pertenencias eran mi celular, mis documentos personales y USD 30 que los iba a usar para hacer las compras del mercado de la semana. El celular tenía un costo de aproximadamente unos USD50. Era un celular barato.
Por suerte no me robó un celular que era más costoso y que lo logré esconder en la chompa que tenía doblada en mi mano y junto con la cartera.
El delincuente se puso a buscar el bolso y me insistía en que le entregara más cosas, pero yo le decía que ya no tenía más. Incluso le di el bolso para que él mismo lo viera. Esto sin que note que tenía algo más en la mano.
Durante todo ese rato sabía que tenía que estar tranquila, porque se veía que podía hacerme daño. Estaba muy nervioso y en ese estado me podía herir y salir corriendo. Él no perdía nada y yo me hubiera quedado herida. Si yo me ponía más nerviosa que él, hubiera reaccionado mal.
La situación me permitió pensar tranquilamente y disimular que tenía el otro celular escondido. Luego de que ya entendió que no tenía más cosas, se fue.
Lo que más rabia me dio fue que los pocos pasajeros se quedaron inmóviles. El chofer y el oficial también. Se hacían los locos, como que nada hubiera pasado.
Es indignante que cuando pasan estas cosas la gente no haga nada, no colabore. Hemos llegado al punto de que el miedo nos ha paralizado. Cómo va a ser posible que entre dos o tres personas no puedan unirse para atrapar y darle una lección a un delincuente. Así sean USD 5 que le roben a una persona ya es una pérdida.