Una reciente norma aprobada en la Asamblea determina que los matrimonios ahora deben ser solo para personas de 18 años en adelante. Foto: Juan Carlos Pérez/ EL COMERCIO.
El domingo 15 de marzo último contrajeron matrimonio Jessica, de 16 años, y Eduardo, de 17, en la comunidad indígena de Arias Uco, cantón Otavalo, provincia de Imbabura. La pareja que tiene una hija de 3 años se casó a pesar del desacuerdo de uno de los progenitores.
Como dicta la tradición local, los padres y los líderes de esta localidad rural de 470 habitantes aconsejaron a los esposos sobre las nuevas responsabilidades.
“La separación y las agresiones físicas son los conflictos más comunes entre los cónyuges especialmente de menores de edad”, asegura Celestina Maldonado, presidenta del cabildo.
Una reciente norma aprobada en la Asamblea determina que los matrimonios ahora deben ser solo para personas de 18 años en adelante.
En la comunidad indígena de Arias Uco, cuando los conflictos de pareja trascienden, el caso pasa al cabildo. Ahí la directiva se reúne con los esposos, padres y padrinos para analizar el tema. Si las dos partes están de acuerdo en seguir juntas firman un acta. En el caso de que los inconvenientes matrimoniales subsisten pueden pedir el apoyo de las autoridades comunitarias hasta por tres oportunidades.
“En cinco años que estoy dirigiendo la comunidad conocí solo tres casos de parejas que se han separado”, comenta Maldonado.
Según Rocío Cachimuel, presidenta de la Federación de Indígenas y Campesinos de Imbabura (FICI), el matrimonio entre menores de 18 años es común en la zona rural de esta provincia.
Cachimuel considera que han desaparecido los matrimonios pactados entre los suegros que se realizaban supuestamente para garantizar el bienestar de los hijos con una pareja de posibilidades económicas. También cree que la edad para contraer el matrimonio especialmente en mujeres pasó de 14 y 15 a 16 y 17 años.
José Luis Fichamba se considera uno de los últimos habitantes de Peguche que se casaron en contra de su voluntad. Ahora de 59 años, recuerda que cuando tenía 16, tres dirigentes de la comunidad, le llevaron a la fuerza hasta la casa de los padres de su actual esposa, Rosa María Lema, que tenía 15 años.
“Todo estaba listo para la boda. Los dos lloramos. Solo la conocía de vista en la escuela”. Este año cumplió 43 años de casado.
Enemigo del casamiento entre menores de edad, hoy prefiere que en caso de que uno de los siete hijos que tiene decide desposarse escoja libremente a sus parejas.
Para Rafael de la Cruz, docente de la comunidad indígena de Imantag, del cantón Cotacachi, los casamientos infantiles no están bien porque los chicos aún no adquieren la madurez psicológica ni física. “Yo he visto como muchas parejas dejan de estudiar, más aún cuando tienen hijos. Tampoco tienen vivienda ni trabajo, por lo que tienen que hospedarse donde los padres creando un problema socioeconómico. Además en muchos casos hay incomprensión”.