María Fernanda Noboa: ‘En las protestas hubo una preparación tipo militar’

Doctora en Estudios Internacionales. Su línea de investigación es seguridad y estudios estratégicos. Foto: Vicente Costales / EL COMERCIO

Doctora en Estudios Internacionales. Su línea de investigación es seguridad y estudios estratégicos. Foto: Vicente Costales / EL COMERCIO

Doctora en Estudios Internacionales. Su línea de investigación es seguridad y estudios estratégicos. Foto: Vicente Costales / EL COMERCIO

Luego de 11 días de protestas que el país vivió en octubre, DD.HH. dice que hubo 1 340 civiles heridos, que la Policía no aplicó el uso progresivo de la fuerza y que disparó gases de frente. El Gobierno asegura que se usó fuerza disuasiva. Pero también hubo militares y policías retenidos. ¿Cómo entender este escenario violento?

Mire, vivimos un mundo sobre el cual ya no se tiene control de todo, pues las situaciones mutan a una velocidad impresionante. Hay mucha incertidumbre e incapacidad de predecir o de prever escenarios. Nuestras capacidades analíticas tienen que avanzar para poder comprender estos eventos, que no permiten ver con claridad el patrón de conducta, por ejemplo, de un levantamiento como el vivido.

¿Lo que quiere decir es que los militares y los policías no estaban preparados para lo que se produjo?
Las operaciones policiales y militares no se improvisan. Todo tiene un proceso de planeación, evaluación, ejecución y valoración tras una misión. Pero hubo muchos factores sorpresa que no fueron tomados en cuenta, que convergieron de una manera y en un momento específicos.

Por eso digo, no estuvieron preparados para ese escenario violento.
No estuvieron preparados en el sentido de que hubo factores sorpresa. Con base en los antecedentes históricos de los movimientos indígenas, pensaron que la amenaza no sería tan violenta. Ahora, claro que hay una hoja de ruta para el desarrollo de operaciones militares en caso de conmoción interna.

También hay el reglamento del uso adecuado de la fuerza del 2014, para la Policía. Lo que hay que preguntarse es si la conducción política-estratégica de la Policía y FF.AA. pudo lograr una complementariedad.

¿Lo consiguieron?
Lo que sabemos es que ni la Policía ni las FF.AA. entran a atacar de manera directa. Hay varias fases. La primera es la disuasión. Tanto el reglamento de la Policía como el manual operativo de los militares dicen que la última posibilidad es el uso de armas letales.

Pero hay más de 1 000 civiles heridos y la mayoría con lesiones en el rostro y, especialmente, en los ojos.
No puedo hacer alusión de la postura que sobre este punto pueda tener la Defensoría del Pueblo, o los indígenas, o el grupo vandálico y de delincuencia transnacional organizado que estuvo ahí. Esta no fue una marcha normal. Incluso hubo una preparación de carácter militar en las protestas. Por eso, cuando se diga algo deben presentar pruebas.

Ahora, ¿cómo entender que militares y policías, que se suponen tienen alta preparación, sean retenidos y vejados?
Ahí he reclamado que se debió haber realizado inteligencia cultural y social. Es decir, investigar y entender qué está sintiendo la gente en una situación de crisis económica que no se puede tapar con un dedo. Se debió haber visto cómo iban a demostrar esa inconformidad. Pero si en eso usan armas violentas es otra cosa. Seguro que eso sacudió a nuestros policías y militares.

Esa violencia llegó al punto de quemar tanquetas de las FF.AA.
Ahí tenemos que hacer otra alusión. El Estado tiene la obligación de dar los medios necesarios para que los policías y los militares puedan hacer el uso progresivo de la fuerza.

Pero ellos dicen que no tienen medios.
Por supuesto que no tienen medios. ¿Por qué? Todos los tanques que tienen las FF.AA. son para uso en campaña y en campo, son para la guerra.

¿Ya deberían estar equipados para este escenario?
Por supuesto. De hecho están haciendo los mejores esfuerzos en ese sentido y también por entrenarse. Eso sucede igual con la Policía. Esta vez, los militares que formaban un cerco para cubrir a los policías no iban ni con escudos, porque no tienen. Ahora, los militares no son capaces de disparar al pueblo. Pero del otro lado, la Conaie también habla de su propio ejército. Esa es una irresponsabilidad. Hay que hablar y conversar.

Pero desde el Ejército también se dijo que neutralizarán a los violentos.
Pero tenemos que identificar quiénes y en qué momento se dicen estos discursos.

En medio de esto se emite el estado de excepción y un toque de queda y resulta que las protestas siguieron. ¿Esto muestra la debilidad del Estado?
Si no tenemos una cultura de queda, como ocurre en Chile, la gente va a salir a trotar y a caminar con las mascotas en medio de esa declaratoria.

Si no sirven, ¿para que emiten esos recursos?
Para que en futuras acciones legales se diga ustedes cometieron estos delitos en medio de un estado de excepción. Ahora, sí creo que hubo una falla en comunicar adecuadamente cómo se visibilizaba ese toque de queda.

En general, ¿falló la comunicación?
Por supuesto. También falló la comunicación para entender las necesidades indígenas.

¿Esta crisis cogió a un Gobierno débil?
En el sentido de que hay una desestructuración económica muy fuerte en toda la región.

Trayectoria 
Doctora en Estudios Internacionales. Su línea de investigación es seguridad y estudios estratégicos. Es decana del Centro de Prospectiva Estratégica del Instituto de Altos Estudios Nacionales (IAEN).
Su idea.
Sostiene que hay dos variables que hacen tambalear la capacidad de gobernabilidad. La una es que no haya ingresos económicos o que no haya empleo. Lo otro tiene que ver con la variable política, que tiene mucha importancia.

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