Lago Agrio, capital de Sucumbíos, ha experimentado una metamorfosis en cinco años. Sus calles lucen limpias, pavimentadas y con espaciosas veredas en las que florecen jardines de palmeras, almendros y plantas ornamentales. Las vías aledañas a la principal, la Quito, están adoquinadas.
Se siente un aire diverso por la presencia de miles de colombianos –14 000 están legalizados- de turistas americanos y europeos que recorren la ciudad o se aprestan a ir al paraíso del Cuyabeno, al territorio cofán, donde practican el turismo comunitario, a los bares y playas del río Aguarico, o al balneario del río Eno, a 6 km.Sin embargo, el motor de Nueva Loja o Lago Agrio es el comercio. La avenida Quito, el eje citadino, está atiborrada de negocios de toda índole: bares y restaurantes, ferreterías, hoteles a cada paso, al igual que las farmacias, tiendas de ropa, electrodomésticos. “Lago Agrio es el gran almacén de los pueblos de Colombia, que están al otro lado del río San Miguel”, dice José Pérez, un taxista que aguarda cerca del Hotel La Cascada, céntrico y moderno.
“Cualquier día, pero más los fines de semana –continúa Pérez- vienen los vecinos norteños a comprar arroz, azúcar, atún, conservas y otros alimentos; también adquieren motos”.
Los colombianos llegan desde San Miguel, La Dorada, La Hormiga, los pueblos más cercanos. Pérez no se equivoca al mencionar a las motocicletas. En la ciudad hay al menos 10 almacenes que las venden –la más barata cuesta 1 000 dólares y la más cara, 3 000. Circulan por la ciudad y las utilizan hombres y mujeres.
Acaso por la cantidad de motos, el delito más grave de la ciudad es el robo de los pequeños vehículos: en el 2009 hubo 216 robados y este año, 96, según la Policía, la cual vigila la ciudad en grupos de 12 uniformados justamente en motocicletas.
Vinicio Vega, un abogado encargado de asuntos fronterizos de la Prefectura, dice que el 70% de la ciudad se dedica al comercio, el 20% a actividades petroleras y el 10% a otras, como el turismo.
A propósito del juicio por el ataque en Angostura, Pérez añade que sí conoce el proceso. “He oído por Radio Sucumbíos, de la misión Carmelita, y me parece bien ese juicio porque en Angostura, territorio de nuestra provincia, murieron muchos”.
La misma sensación tiene Felipe Anchundia, vendedor de artesanías (cerámicas pintadas con los verdes paisajes amazónicos y peinetas de las mujeres cofanes). “¿El juicio de Angostura? Sí estoy al tanto, las radios y los periódicos han hecho mucha bulla de ese caso, yo no sé si culpen a alguien”.
Sin embargo, Gonzalo López Marañón, obispo de Sucumbíos, no se muestra tan escéptico. El hecho de que en Lago Agrio hayan planteado el juicio en contra de Juan Manuel Santos, virtual presidente de Colombia, le parece un ejemplo más de múltiples reivindicaciones ciudadanas logradas en 40 años, pues Lago Agrio nació al calor de la explotación petrolera de comienzos de los setenta.
En la amplia y confortable Casa Diocesana, que se levanta cerca del correntoso río Aguarico, monseñor reflexiona sobre el polémico caso. “Para muchos, aquel juicio –dice con voz pausada- puede parecer una osadía, sin embargo, se conecta con el sentido de dignidad y justicia que siempre ha tenido Lago Agrio; eso lo digo porque lo he visto en mis 40 años de servicio aquí, un trabajo de gratas emociones y de sufrimientos, pero me siento sobrepagado por haber dado mi vida para que este pueblo avance y prospere”.
A ratos sus palabras se ahogan por la bulla de los grillos nocturnos que copan los jardines de heliconias y otras flores silvestres. Como un buen pastor de almas, López Marañón, quien llegó de Burgos, España, con 37 años –ya cumplió los 77-, cree en la paz.
“Por ello desde hace cinco años organizamos la Fiesta de la Paz, a la cual convergen ecuatorianos y colombianos en puntos donde ha subido la calentura social: riberas del río San Miguel, San Vicente de Caguán, Puerto Leguízamo, más al sur, San José del Amazonas (Perú) y Aguarico (Sucumbíos)”.
Para el Obispo, está bien que militares y políticos, en su campo, cumplan su trabajo, “pero somos pueblos amigos y hermanos”. En su visión, el concepto de fronteras se desdibuja por la buena vecindad y el sentido de colaboración. López, testigo de primer orden de la metamorfosis de Lago Agrio, reconoce lo bien que está la ciudad. Dispone de servicios de agua potable y alcantarillado en el perímetro urbano y la Alcaldía ha comenzado a extender los servicios a barrios periféricos, cercanos a las orillas del Aguarico.
La maquinaria municipal trabaja hasta la noche en las calles abiertas por las obras. El Obispo celebra que una nueva generación de políticos, nacida aquí, esté al frente del destino de la ciudad y de la provincia. “Joffre Poma, el alcalde, tiene 30 años, y Orlando Grefa, el prefecto, de 42, es un quichua de la comuna Mushu Kausay”. Máximo Abad, el anterior alcalde, también contribuyó, en tres períodos, a regenerarla.
Los recursos no cayeron del cielo. Hubo un intenso muñequeo, con paros y protestas, para conseguirlos. El Congreso de 1993 puso en vigencia la Ley del Fondo para el Ecodesarrollo Regional Amazónico. Esta ha tenido tres reformas que han incrementado el fondo cada año. La norma dispone que por cada barril (privado o estatal) producido en la Amazonía se destinarán 10 centavos.
A partir de 1998, el Congreso aprobó que el impuesto a las petroleras aumentase en cinco centavos al año hasta alcanzar los 50 por barril. Este Diario publicó, el 13 de julio del 2005, que 569 millones de dólares llegaron al Oriente, en más de 10 años, para vialidad y otras obras.
En septiembre del 2009 Orellana y Sucumbíos se movilizaron para frenar el Código Territorial que discutía la Asamblea, ya que si se hubiese aprobado desaparecerían las preasignaciones, entre ellas la Ley 010, que entrega a la región un dólar por cada barril de petróleo que se explota.
López dice que el mejor nivel de vida alcanzado contribuye a la paz y a la seguridad. Atrás quedaron los tiempos convulsionados (2001-2002) por los secuestros, en especial de petroleros extranjeros, que asolaron a Sucumbíos.
El tejido social se va constituyendo, “hay una sociedad más cohesionada y el apoyo de la iglesia ha sido decisivo”. Los días en Lago Agrio se suceden entre el frenético intercambio comercial con los pueblos norteños y la expectativa por el juicio de Angostura.