Esa tarde había salido de mi trabajo, en el Centro Histórico de Cuenca. Eran cerca de las 13:00 cuando me dirigí a la parada de bus para ir a mi casa, donde tenía previsto encontrarme con mi familia para almorzar.
Caminaba por la esquina de las calles Gran Colombia y Antonio Borrero cuando, de forma inesperada, un desconocido me arranchó la cartera y me empujó al piso. Caí abruptamente y alcancé a notar que él era un joven.
[[OBJECT]]El ladrón corrió y desapareció al virar por la siguiente esquina. No había ningún policía en ese momento. Los transeúntes gritaban “atrápenle, es un ladrón”, pero al final nadie lo persiguió.
Unas personas que estaban más cerca me ayudaron a levantarme, porque yo estaba muy nerviosa. No atinaba a explicar lo que me había pasado ni sabía qué hacer, casi no podía hablar.
Apenas alcancé a ver que era un joven, pero no recuerdo ni su rostro ni otro detalle. Se llevó la cartera con todos mis documentos personales, tarjetas de crédito, maquillajes recién comprados; el celular, dinero, entre otros objetos de valor. Cuando llegué a la casa lloré del susto y de la impotencia, más que por la pérdida material.
Hablé con un amigo que es abogado para que me ayudara con un escrito. Presenté la denuncia ante la Fiscalía de Azuay.
Lo hice por precaución, porque temía que mis documentos personales fueran utilizados para comerte algún ilícito.
Eso me aconsejaron algunos compañeros de trabajo, por experiencia de personas cercanas. Solo lo hice por eso, porque nunca tuve una respuesta de ese trámite. También bloqueé mis tarjetas de crédito para evitar un robo mayor. Aparte del perjuicio hay que cumplir con varios trámites donde se pierde tiempo y no se consigue ningún beneficio.
A partir de ese robo casi siempre camino acompañada y atenta. Si es en la noche tomo un taxi. Siempre verifico quién camina atrás o se acerca a mí y trato de guardar distancia.
Con eso puedo presentir si alguien me persigue, para cambiar de acera o de ruta. Por suerte fue la única mala experiencia.
Cuenca está más peligrosa, en pocos lugares uno está seguro. Siempre ando atenta por lo menos para evitar a personas que podrían robarme.
Sé que no es recomendable poner resistencia o enfrentarlos porque andan armados y nunca tendrán reparos en atacar. A la final los ciudadanos estamos desamparados y salimos perdiendo. Luego de esta experiencia uno se queda con más temor que antes.