La ecuatoriana Martha Cabrera agradeció a Dios por volver a ver a su hijo Julio Serrano, en Nueva York.
Ayer dijo que tras enterarse de que él había sido agredido por cuatro afroamericanos, el 3 de mayo, se sintió impotente por que no pudo viajar a esa ciudad de forma inmediata. “Mis familiares me dieron unas aguitas de remedio y me llevaron donde el médico”.
Luego, el Gobierno ecuatoriano intercedió para que se le concediera una visa en la Embajada de EE.UU. y ayer se sintió más tranquila por estar junto a su hijo. Lo encontró semiconsciente, recostado sobre la cama de un hospital en el pueblo de Peekskill.
“Sé que ya está un poquito mejor. Gracias por estar en esta hora de dolor que tengo. Solo Dios sabrá qué hacer. Yo no soy nadie, pero pido que hagan justicia”, refirió la ecuatoriana.
Si pudiera encontrarlos a los que le hicieron esto a mi hijo “les diría que no han tenido el espíritu santo en el corazón”.
Ella es la tercera madre ecuatoriana que, en los últimos dos años, ha tenido que enfrentar las secuelas de los ataques por odio racista que se registraron en EE.UU. Rosario Lucero, madre de Marcelo Lucero; y Julia Mercedes Quintuña, mamá de José Sucuzhañay lo hicieron antes, aunque en diferentes circunstancias. Ellas no tienen la suerte de encontrar a sus familiares con vida.
Antes de que Cabrera llegue al hospital, Narcisa Serrano (su hija) la preparó emocionalmente para que no le afecte ver la condición en la que se encuentra Serrano. Él ya no tiene el mismo semblante saludable de cuando emigró desde su natal Gualaceo, en la provincia de Azuay.
“Serrano permanece la mayor parte del tiempo sedado por la medicación y solo recibe alimentos líquidos”, dijo su hermana. Además, tiene pesadillas y “está traumado por la agresión”.
En un video de seguridad privada que la prensa de EE.UU. hizo público se observa a Serrano tropezar en una grada, cuando lo persiguen los cuatro jóvenes afroamericanos en Peekskill.
Luego se observa que el ecuatoriano se pone de pie y corre hacia un edificio para refugiarse, pero encuentra la puerta serrada. Los atacantes lo alcanzan y lo golpean en el piso. En el hospital donde es atendido se dijo que presentó “tres costillas rotas, serias fracturas en el hueso craneal y la destrucción de un riñón”.
Según Narcisa Serrano, la recuperación será lenta y todavía es temprano para saber si volverá a tener una vida normal, pues tuvieron que extirparle el riñón.
El proceso judicial contra sus atacantes está retrasado, por que aún no está en condiciones para rendir una declaración ante la Fiscalía, según dijo el abogado de la Casa Ecuatoriana, José Arrufat.
En Peekskill no es la primera vez que ocurren ataques a los latinos. “Aquí casi no se ven blancos, solo afroamericanos y latinos. Dicen que venimos a robar el empleo, pero solo los latinos trabajan cosechando el maíz y los vegetales de temporada”, cuenta la emigrante Ligia Hidalgo. El ecuatoriano Wilman Muñoz coincide: “Cuando algún afroamericano me pide dinero prefiero entregárselo para evitar problemas”.