Una intensa jornada para que se respete el toque de queda

A la 01:24, militares hallan a jóvenes que bebían en la calle, en Atucucho, en Quito.

Las calles de Atucucho están vacías. Es viernes de madrugada y en ese sector popular de Quito solo se escucha a los vehículos militares y al patrullero policial movilizarse sobre los adoquines. Es una incursión más que ejecutan para que se cumpla el toque de queda, aún vigente por el covid-19.
La operación de este grupo arranca un poco antes de las 21:00 del jueves. En uno de los salones del cuartel de El Pintado, en el sur, reciben gel antiséptico y mascarillas.
El material de dotación está listo: casco, chaleco y camuflaje para cada uno. Dos escopetas Truflay para lanzar gases, una mossberg con municiones de goma y una pistola completan el equipamiento. Todos comen arroz con menestra y salchicha y salen en dos vehículos todoterreno Humvee.
La orden de esa noche y madrugada fue recorrer Iñaquito, la González Suárez y Atucucho, en donde se reportan más problemas. Cuando el convoy avanza por sus calles, seis jóvenes que permanecen en la vía comienzan a correr. Unos huyen y otros intentan hacerlo. Comienza una persecución.
Los perros callejeros de Atucucho ladran. El silencio de la madrugada se rompe. Los vecinos prenden las luces de sus casas y salen a las ventanas.
En minutos todos son capturados y colocados en fila con los brazos contra la pared. Dos de ellos están mareados. No pueden mantenerse en pie. Otro se lanza al piso y finge un ataque al corazón. La actuación no convence a los militares, quienes los requisan.
Pipas caseras, marihuana envuelta en papel y botellas de alcohol aparecen entre las prendas y en un graderío cercano.
“No se hace esto, deben pensar en su futuro y en sus mamás que sufren”, dice con voz pausada Leandro Grefa, un sargento de 40 años de edad y uno de los más antiguos de la patrulla.
Uno de los jóvenes que están con las manos en la pared trata de escapar otra vez, pero es derribado. Los policías revisan una base de datos y los multan.
Si violan el toque de queda por primera vez, la sanción es de USD 100. La segunda, la amonestación es USD 400 y la tercera se paga con cárcel. Los seis deberán cancelar USD 100 y tendrán que hacerlo en las planillas de servicios básicos.
El estado de excepción dispuesto por el presidente Lenín Moreno prohíbe cualquier tipo de reunión social mientras dure la declaratoria.
Entre el 12 de marzo y el 21 de junio, el ECU-911 ha registrado en el país 64 671 emergencias relacionadas con libadores.
El control durante el toque de queda es solo una de las 17 actividades que están a cargo de los militares en esta crisis sanitaria. Otras acciones bajo su competencia son el control de armas y explosivos, el apoyo en mingas de limpieza, la seguridad en los exteriores de cárceles y en centros de aglomeración, como mercados.
De hecho, antes de llegar a Atucucho, el grupo que lidera el subteniente Henry González participa en el perímetro de seguridad que se formó en los exteriores del mercado de San Roque, en el centro.
La orden fue respaldar y dar apoyo en caso de registrarse enfrentamientos, luego de que 300 comerciantes se habían tomado el lugar para exigir la reapertura del centro de abastos.
Allí permanecen un tiempo y luego se van. Mientras la madrugada avanza, la jornada se vuelve pesada. El sueño es intenso. De pronto hay carcajadas. El cabo Roberto Encarnación bromea. Tiene experiencia en animación de eventos.
Camino a Atucucho, los soldados patrullan la av. González Suárez y las calles de Iñaquito.
La bruma cubre todo. Por esta ocasión no hubo necesidad de actuar en esos sitios.
Los militares han trabajado desde marzo, cuando estalló la crisis (hoy están activos 31 726 en el país). Desde entonces han encontrado a libadores y a personas con armas y con drogas.
Luis Sarango es uno de los cabos del Ejército que está operativo. “Debemos mantener bien nuestro estado físico para aguantar este tipo de jornadas y, de ser el caso, para perseguir a quienes intentan fugarse. Hay mucho infractor”.
Los equipos trabajan 12 horas diarias (en dos jornadas) durante 20 días. Luego descansan siete. El cabo Christian Shunta dice que el cuerpo se acostumbra. Espera que su tarea sirva para contener la propagación del covid-19 y que nadie más se contagie.
Durante la emergencia, 2 607 militares se han enfermado con coronavirus. Nueve han fallecido en el país.
El tiempo ha pasado. Es viernes, 03:00. Las operaciones terminan. El personal regresa al cuartel de El Pintado, en donde trabaja desde que comenzó el estado de excepción por la pandemia. Los cuidados sanitarios se extreman: desinfección con amonio cuaternario, baño y descanso.




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