El sargento primero Galo N., de 47 años, perteneciente al Comando de Azuay, recuerda con claridad los hechos. Se levantó antes de las 05:00 y -como todos los días- una hora después formó a su tropa sin la menor alerta de que se avizoraba un día de desorden, de tensiones, protestas y violencia.Semanas antes, conocían que en la Asamblea se aprobaría un proyecto de Ley para el Servicio Público, que quitaba beneficios a la Policía. Dos días antes del 30 de septiembre, el entonces jefe del Distrito de la Policía, Wilson Alulema, abordó el tema con los mandos medios. “Nada estuvo planificado, por lo menos en Cuenca no conocíamos que se fraguaba un supuesto golpe de Estado”, dijo en tono tajante un cabo de la Jefatura de Tránsito. Insistió que se unieron a la protesta por los llamados permanentes que recibían de sus compañeros desde Quito. A las 07:15, cuando el problema se había iniciado en Quito, en las afueras del Comando Provincial, en el norte de Cuenca, los uniformados quemaron llantas, exhibieron carteles y gritaban contra el Gobierno. Entonces, llegó el general Alulema para calmar a los manifestantes. Alulema siempre estuvo solo para dirigirse a la tropa. Los coroneles Edmundo Merlo, del Comando, y Renán Velasco, de la Policía Judicial, dijeron que el reclamo era justo porque trabajan hasta 16 horas diarias. La ciudad quedó desprovista de policías en tránsito, en las calles, en las Unidades de Policías Comunitarias. Todos escuchaban atentos los llamados que se hacían desde Quito. Todos los comercios cerraron sus puertas.
Las radios locales informaban sobre los robos y saqueos en zonas estratégicas de la ciudad. A las 08:00, una multitud de uniformados irrumpió en el auditorio del Comando. Una mujer policía les permitió el ingreso ante los fuertes golpes en la puerta y gritos de sus compañeros. Alulema les atendió. En su discurso, el oficial señaló que los policías se equivocaron y se dejaron llevar por declaraciones políticas. “Somos útiles, pero nunca imprescindibles. El Gobierno sacará a las calles al Ejército para poner orden”, dijo. Las palabras de Alulema no calmaron a los manifestantes, quienes salieron a protestar en una caravana motorizada.