Por el Honor de Barberán

Aquella noche, 1 de julio del 2009, ocho estaciones de TV dictaron sentencia en el crimen de David Erazo, hincha de El Nacional. Un detenido por el hecho fue exhibido sin más, con barras a color que subrayaban su nombre: José Elías Barberán.

A las imágenes del joven de 18 años siguieron las palabras de un General de Policía, quien se vanagloriaba de la captura del supuesto “autor material” y lo presentaba marcado con la franela anaranjada que la Policía reserva para los delincuentes.

Los hambrientos de sangre no escucharon a Barberán, arrinconado a la pared por los micrófonos de las ocho televisoras. Él, entre sollozos, intentó hablarles de su inocencia.

Luego la Justicia liberó de culpa al muchacho. Lo menos que él merece es que quienes le infringieron daño se disculpen. El General fue juzgado. ¿Quién sancionará a los cronistas irresponsables? ¿Cuándo éstos honrarán el nombre de Barberán? Lo grave es que esta práctica coexiste: los detenidos son expuestos en la Policía Judicial con las mismas franelas, culpables. Los cultores de la crónica roja los sentencian en los medios.

En periodismo, el cumplimiento del principio de presunción de inocencia es elemental (artículo 76 de la Constitución). Pero la mayoría de cronistas de la violencia lo despedaza a diario. En México, por esa ligereza, periodistas viven ocultos.

Tres de las ocho televisoras que juzgaron a Barberán son del Estado. Para reflexionar sobre la calidad. Para que quienes se dan golpes de pecho por el caso Barberán -como por la irresponsable exposición de Freddy L., víctima de Tamaulipas, en Teleamazonas- no olviden ver la viga entre sus cejas antes de juzgar.

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