El pasado viernes 8 de abril, cogí un bus de la línea 49 que va hasta el centro de Guayaquil.
Yo siempre tomo ese colectivo, porque pasa frente a mi casa, en la avenida Barcelona, en el oeste de la ciudad, cerca del estadio Monumental. Prefiero subirme en esa línea, porque los buses son nuevos y amplios y llegan rápido al centro de la ciudad.
Ese día tuve que salir de emergencia, eran más o menos las 20:00. Aunque a esa hora ya no me gusta mucho coger el bus, porque en el sector donde vivo es un poco peligroso, cuando ya cae la noche. Como no pasaba ningún taxi, no me quedó más que subirme al colectivo a esa hora
El carro iba lleno. Yo iba sentada en la tercera o cuarta fila, no recuerdo bien ahora.
En el trayecto se subió un señor con un bolso en la espalda y una funda de caramelos en la mano.
Era un muchacho, flaco y zambo. Andaba en pantaloneta y zapatillas. Yo pensé que se trataba de uno de los que siempre se suben a vender cosas a los buses, y no me preocupé mucho por él.
Pero enseguida otro hombre se paró de la fila del fondo. Era un tipo con una gorra para atrás y con barba. En ese momento golpeó fuerte la ventana y nos gritó a los pasajeros: “Nadie se me mueve, al primero que diga algo, le doy plomo”. El que estaba adelante con la funda, la botó y sacó de atrás de la mochila un cuchillo. Se arrimó a donde estaba el chofer y le dijo que manejara despacio. Andábamos por un tramo oscuro, donde no hay muchas casas, antes del paso elevado.
Antes ya me dijeron que por esa zona siempre se producen robos, pero en todo el tiempo que he viajo en esa unidad nunca me había pasado algo así. El lugar es peligroso, porque tiene poca iluminación y hay mucha maleza.
Entonces estos hombres nos dijeron que les entregáramos todo lo que cargábamos de valor. A un señor mayor que se negó a entregarles la billetera lo golpearon con la cacha de un arma.
A mí me robaron el celular y unos 30 dólares que me encontraron en el bolso. Al chofer del bus también se le llevaron dinero.
Los tipos se bajaron y se fueron corriendo por un callejón. Los pasajeros tuvimos que esperar a que pasara un patrullero, porque se llevaron los celulares. Yo pude hacer una llamada, porque me acerqué a una casa cercana.
Recién al día siguiente pude poner la denuncia. Ahora, por temor, trato siempre de tomar un taxi. Los señores choferes de los buses no deberían dejar subir a estas personas que se acercan a los buses supuestamente a vender.