Me robaron la radio del carro y varias mochilas que se encontraban dentro del auto. Ahora que lo pienso mejor, creo que fue un grave error haber dejado a la vista aquellos objetos, que más bien solo motivaron a los delincuentes.
Se trataba de una camioneta doble cabina de color negro, modelo 1999. La estacioné en los alrededores del parque Cevallos en la calle Sucre, entre Martínez y Mera, en el centro urbano de Ambato. Esta es una zona muy concurrida por la intensa actividad comercial que se desarrolla a lo largo de esa avenida.
Sin embargo, no había mucha iluminación. Más bien esa zona es oscura y la idea de un robo sí se me cruzó por la cabeza, pero la deseché casi de inmediato.
Era una noche de lunes. Me parece que eran las 20:00. Estacioné en ese lugar porque debía realiza varios trámites en el Instituto Tecnológico Superior Bolívar, situado al otro lado del parque. Lo hice a esa hora porque ese establecimiento educativo también funciona en la noche.
El lugar se encontraba tranquilo y había más automóviles en el sector. Eso me tranquilizó. Además, un cuidador, cuyo rostro ya no recuerdo, se ofreció a vigilarme el carro. También los motorizados de la Policía Nacional se daban vueltas por esa cuadra.
No obstante, no me sentía tranquila. Era como un presentimiento. No me equivoqué.
Pero la verdad, confié demasiado en aquel ‘guardia’. Una persona que antes de aquello no había visto nunca en mi vida.
Necesitaba tanto efectuar mis gestiones que incluso imaginé que la presencia policial ahuyentaría a cualquier delincuente. Lamentablemente no fue así.
Volví unos 20 minutos después. Mi temor se había vuelto realidad. La puerta de mi carro había sido forzada con un cable. Lo supongo. El seguro de la puerta ya no servía y la manija estaba rota. Imagino a los desconocidos actuando con tal rapidez.
Para eso tuvieron que destruir el tablero y cortar varios cables. Sabían lo que hacían.
De nada sirvieron las placas metálicas que habíamos colocado para dar más seguridad y fijeza a la radio. Igual las sacaron.
Por los rastros que dejaron, estoy segura que emplearon un objeto con filo como un desarmador o un cuchillo. Había marcas anchas y finas en el tablero, como si fueran rayones.
Además, desactivaron la alarma del auto, algo muy extraño y audaz. Para conseguirlo cortaron algunos alambres. Como dije, se trataba de expertos.
Mientras veía horrorizada la escena, me percaté que ya no rondaba la Policía. Los desconocidos tuvieron tiempo de rebuscar en la parte trasera del auto.
Allí encontraron las maletas. En una de ellas tenía una computadora portátil de mi trabajo.
En la otra, varios documentos personales. El supuesto cuidador también se esfumó. Llame a la Policía, pero se demoró en llegar.