Padres de familia de la escuela Víctor Muñoz Córdova recibieron charlas psicológicas. Foto: Mario Faustos / EL COMERCIO
Hubo resguardo policial. La puerta del paralelo B donde se registró la detonación sigue cerrada. Desde la reja del aula se observaban bancas tiradas, coágulos y rastros de sangre en el piso y las mochilas de los estudiantes en el suelo.
En el exterior del salón, junto a la puerta, aún estaba un par de zapatos manchados. Eso atraía la curiosidad de padres de familia. Al menos unos 50 coparon la mañana del 2 de septiembre el patio de la escuela fiscal Víctor Muñoz Córdova, en el recinto El Arenal, en el km 5,5 de la vía Data-Posorja. Ahí se registró la tarde del 1 de septiembre la detonación de lo que se presume era un proyectil ojival de uso militar.
En esa aula estudiaba María José Campoverde, de 26 años. Era parte de los 181 alumnos del Programa de Educación Básica Superior Flexible que llegaban a clases en las tardes. 14 años le había tomado regresar a sus estudios secundarios. Era el paso previo para alcanzar su sueño: seguir una carrera universitaria de gastronomía y hotelería.
Tenía dos niños, uno de 7 años y otro de 2. Su madre Petita Beltrán contó que hace seis años había enviudado tras perder a su esposo en un accidente de tránsito. Luego tuvo otro compromiso, pero decidió seguir sola por los maltratos que recibía de su pareja.
María José vivía con su madre en el barrio 26 de marzo, en la cabecera de Playas y viajaba todas las tardes a El Arenal. El 1 de septiembre, al final de la clase de Sociales, mientras el maestro se ausentó del aula, dos de sus compañeros comenzaron a manipular el artefacto.
El informe preliminar de la Policía menciona que uno de los jóvenes encontró el ojival de proyectil cerca de la vía principal, en el puerto de Engabao. Ahí hay un polígono de práctica de uso militar abandonado. Lo guardó en su vivienda y luego lo llevó al centro de estudios, donde se le cayó y ocurrió la tragedia.
Los domicilios de los adolescentes (16 y 17 años) fueron allanados la noche del 1 de septiembre pero no se encontró un explosivo similar. Los jóvenes permanecen asilados en Guayaquil con resguardo policial. En la tarde del 2 de septiembre estaba previsto que llegaran agentes a tomar sus declaraciones.
En el hospital Abel Gilbert Pontón de Guayaquil están tres heridos. Bernardo Fernández, médico del área de Emergencia, explicó que los pacientes llegaron cerca de las 21:00 del 1 de septiembre y fueron operados. Hay dos (de 17 y 30 años de edad) que terminaron en amputaciones de los dedos de los pies. Y un tercero (de 16 años) que tiene fracturas en tres huesos largos de las piernas, de tibia y peroné.
En el hospital de Playas fueron atendidos inicialmente los 16 heridos (nueve hombres y siete mujeres). Los pacientes presentaron politraumatismos, laceraciones, golpes y hematomas, como informó el Ministerio de Salud. Hasta el mediodía del 2 de septiembre ocho recibieron el alta y estaba previsto que tres más regresaran
a sus hogares.
Los temores en el recinto
El incidente generó un movimiento inusual en El Arenal, un recinto de 250 habitantes, que pertenece al cantón Playas (Guayas), de calles resecas y salitrosas, dedicado a la pesca. Está asentado junto a la carretera que conduce al puerto de Posorja. El 2 de septiembre todos querían saber si la explosión fue por una granada y si la única escuela del lugar sería reubicada.
Un grupo de madres, abrigadas y con niños en brazos, recorrió, pasadas las 07:00, el plantel. Querían constatar si hubo daños en las cinco aulas y el salón de cómputo. Dijeron que temían el cierre de la escuela donde estudian 236 niños en el horario matutino.
“Nunca pasó algo como esto en el pueblo. Siempre hemos sido tranquilos y los hijos de todo el pueblo estudian aquí. Se debe mejorar la seguridad”. Los ojos de Mónica Crespo se humedecían. Sus tres hijos se educan ahí y siente temor.
Antonio Párraga vive en el barrio San Antonio, a pocos metros de la escuela. Contó que toda la comunidad está “en estado de shock”.
Lucía Quimí recordó que el sonido de la explosión la despertó a las 16:45. Al notar que el origen era la escuela, corrió para verificar que sus dos hijos no hubieran resultado heridos.
Psicólogos del Ministerio de Educación llegaron el 2 de septiembre para dar una charla a los padres. Uno de los docentes, Roberto Suárez, espera que el incidente no desanime a sus compañeros a terminar el programa de educación básica. Al plantel llegan estudiantes de las parroquias El Morro y Posorja. “No queremos desanimar a nadie con este caso, queremos que sigan superándose”.
María Mercedes, la hermana mayor de María José, y su madre, recibieron el 2 de septiembre atención de varias instituciones del Estado que determinarán el tipo de ayuda para su familia.
El gobernador del Guayas, Julio César Quiñónez, el 2 de septiembre tenía previsto visitar un polígono en el sector de Engabao, en donde se presume uno de los jóvenes encontró el artefacto. “Habría que ver que determinen las investigaciones (…) Se dice que pudo haber sido ahí donde se pudo haber obtenido este material explosivo, pero sigue siendo hipótesis”, anotó.
Mientras, el ministro de Educación, Augusto Espinosa, dijo que el 5 de septiembre se reanudarían las clases en la escuela y que no será cerrada.
En la tarde, Petita Beltrán esperaba que el cuerpo de su hija llegara en un ataúd. Mientras abrazaba a sus dos nietos y lloraba. No encontraba explicación de cómo su hija murió una tarde mientras fue a estudiar para cumplir sus sueños.