Detrás de rejas verdes, Josue A. mira el graderío del albergue para extranjeros en proceso de deportación. Es un haitiano delgado, cuya voz se hace fuerte cada vez que habla en ‘creole’. Llegó al Ecuador tres meses después del terremoto del 12 de enero del 2010 que segó más de 300 000 vidas en su país.
Aunque lleva tres días detenido, Josue A. luce sereno, espera la visita de su esposa para revisar los documentos que presenta hoy en la audiencia que revisa su situación migratoria. Mitad en ‘creole’ (idioma popular en Haití) y mitad en español, narra que fue aprehendido en una calle de El Batán, en el norte de Quito, pese a que llevaba su cédula haitiana.
[[OBJECT]]Su principal obstáculo ha sido presentar a las autoridades de Ecuador el certificado de antecedentes judiciales, requisito para una visa. La disposición reza en el Registro Oficial 504 del 2 de agosto del 2011.“No es por gusto que no tenemos papeles”, dice Emannuel Pierre, coordinador de la Comunidad de Haitianos Cristianos en Ecuador. Pierre explica que para obtener ese papel deben volver a Haití. Pero una exigencia es vivir cinco años allí para recibir el pasado judicial.
Según Josue A. su búsqueda por legalizar su permanencia lo llevó a solicitar un refugio, para él y tres hijos, que le fue negado. Hasta mayo, en el país se registraron 25 haitianos refugiados, según datos de la Cancillería.
Su esposa Mirlene N. es la única de la familia con visa humanitaria. El Gobierno ecuatoriano le otorgó, al igual que a sus compatriotas que vivían en el país hasta antes del terremoto. “No pueden mandar a un haitiano porque ¿dónde va a vivir?”, se pregunta Pierre . En Quito hay 400 ciudadanos isleños, afirma.
Cinco de ellos llegaron ayer al centro de Quito, hasta el albergue donde está retenido Josue A. por un supuesto delito migratorio. Le ofrecieron respaldo. Vestían una camisa blanca bordada con el escudo y la bandera de su país. Dos eran traductores y en las gradas empezaron a narrar su exilio.
A César S. también lo expulsó el terremoto. Asegura ser testigo de la muerte de una treintena de personas en el centro de Puerto Príncipe. Salió ileso, pero más tarde conoció del fallecimiento de siete familiares. Sin casa y tras refugiarse en carpas, llegó a Quito el 4 de marzo del 2011.
De los USD 180 mensuales que gana César S. como vigilante de automóviles, una parte lo envía a su esposa y a un hijo que siguen en Haití. En su país era sastre y no habla casi nada de español.
Su historia es interrumpida por Mirlene N. La mujer porta un sobre amarillo con documentos: el acta de matrimonio, partidas de nacimiento y matrículas de los colegios de sus hijos y pasaportes. “Puedo entender que su detención es justa, porque mi esposo está ilegal (…) Pero si lo deportan a Haití, no podré sostener a mis tres hijos que ya estudian aquí”.
Punto de vista
Tatiana Robayo / Servicio Jesuita a Refugiados y Migrantes del Ecuador
‘Los isleños están desprotegidos aquí’
El arribo de los haitianos se activó en el 2009 y después del terremoto se dio un nuevo flujo. El Gobierno tiene una especial sensibilidad respecto a ellos, pero aún no ha otorgado una visa que permita su regularización. Ellos no tienen representante diplomático; la Embajada más cercana está en Venezuela.
Están en un estado de desprotección.