La imagen de arcángel San Miguel fue lo primero que salió de la vieja casona. El dueño de la hacienda decidió irse y dejar su propiedad después de que armados llegaran a su casa y exigieran que en ese momento le entregara USD 10 000 para no secuestrarlo.
Ocurrió en el 2000 y el pasado martes recordó esas escenas desde su nueva casa. Está tranquilo, pero pide que no se revele su nombre ni la ciudad donde ahora vive. El día en que salieron, su esposa recogió la ropa, su madre todos los adornos y sus hijas guardaban los juguetes en cajas.
Todo estuvo listo y se fueron. Escenas similares ahora se repiten con hacendados de La Ensillada, Chapuel, El Consuelo, 20 de Marzo, Tufiño y Urbina. Todos son pueblos de Tulcán (Carchi) y fronterizos con Colombia.
[[OBJECT]]Pero también se han reportado casos similares en los cantones Espejo, Montúfar y, últimamente, en San Pedro de Huaca. Hace un año, un ex funcionario de esta última zona y dos agricultores recibieron cartas en las que desconocidos exigían pagos de entre USD 3 000 y USD 5 000 para no atentar en contra de sus vidas.
Tras la llegada de los armados, el dueño de la vieja casona huyó de inmediato, pero antes pagó los USD 10 000 exigidos. Usó un camión antiguo para llevarse sus cosas, pues no quería que en el pueblo se enteren de la mudanza. Luego vendió dos haciendas, 60 cabezas de ganado y la casa. Se quedó sin bienes.
Datos de la Policía advierten que en los últimos dos años al menos 35 hacendados del Carchi han dejado sus propiedades y se han trasladado a otros sectores (en esa provincia están registradas unas 65 haciendas).
Sin embargo, oficialmente el Registro de la Propiedad de Tulcán detalla que desde mediados del 2010 hasta agosto pasado, 18 haciendas han cambiado legalmente de dueño bajo contratos de compraventa, seis encargaron a sus empleados para que administren (siembre y cosechen) y al menos dos están totalmente abandonadas en este momento.
El retorno clandestino
Eso sucedió con las tierras de otro hacendado. Su finca de 100 hectáreas quedó a nombre de un trabajador, vendió 80 cabezas de ganado, se dejaron de producir 350 litros de leche diarios y se paró el abastecimiento de ese producto para elaborar quesos.
En marzo del año pasado, él y su familia se fueron con todo lo que había en la casa. Ahora regresa esporádicamente. No avisa el día en que llegará. Las visitas son sorpresivas. No viaja en su vehículo, lo hace en transporte interprovincial o en autos que prestan sus parientes o amigos.
Casi nunca repite la ropa que usa en los viajes. Dice que son formas para que no lo reconozcan.
Todo comenzó cuando lo llamaron por teléfono y le pidieron dinero para no plagiarlo. Pero prefiere no dar más detalles.
La Asociación de vendedores de productos veterinarios y semillas del Carchi también habla de secuelas y revela que sus ventas han caído en 75%. Una de las razones -dice- es que la ausencia de los propietarios ha hecho que no haya demanda de productos.
Agentes señalan que en los dos últimos años, 13 hacendados y empresarios del Carchi han sido secuestrados por fuerzas irregulares de Colombia y grupos delictivos comunes, aunque oficialmente en el 2011, la Policía reportó apenas un hecho en esa provincia. Los uniformados dicen que las denuncias son mínimas. La razón: el temor a agresiones.
Según la Fiscalía, es difícil hacer un seguimiento de las causas, porque la gente “desaparece después de poner el tema en conocimiento de las autoridades. Y por falta de pruebas se archiva”.
La Policía Antisecuestros detalla que en el 2011, en el país hubo 246 denuncias por extorsión. Sin embargo, la Dirección Nacional de la PJ reportó de enero a julio de ese año 337 hechos (ver cuadro).
A la Unase, el año pasado también llegaron 33 denuncias por plagio y de enero a agosto se reportaron 20 casos más en el país.
10 días plagiado en la selva
Eso ocurrió con otro hacendado del Carchi. A él lo sacaron a la fuerza de un almacén que funciona en la ciudad y lo llevaron a una zona selvática de Colombia.
Estuvo plagiado 10 días, lo dejaron ir, pero luego lo extorsionaban. Pedían USD 2 500 semanales, aunque luego acordaron que esos pagos sean al mes.
Ese valor lo cubrió dos meses. No soportó la presión y también se fue. Su salida fue paulatina. Esperó a que su hijo terminara clases y que su esposa vendiera su negocio en Julio Andrade, una parroquia rural de Tulcán.
Lo primero que sacó de la hacienda fue el equipo de sonido, los televisores, la cocina… Se llevó lo más costoso y pesado.
Un mes después trasladó los muebles. Finalmente, la ropa y los animales. “Era triste ver cómo la casa se iba quedando vacía”, cuenta el hacendado. Tiene miedo. No acepta fotografías ni dar sus nombres, pero cuenta detalles de su secuestro, liberación y posterior chantaje de desconocidos.
Ahora vive en una propiedad más pequeña. Rescató algunas gallinas y en un patio tiene cultivos de tomate de árbol e higos.
Él aún recuerda su infancia en la hacienda de sus abuelos. En la propiedad de 80 hectáreas vivía en una casa antigua, con paredes de adobe y techo de teja. Las ventanas de madera le permitían ver el paisaje de Julio Andrade: pastos verdes, vacas, caballos…
Por la vía aledaña a esa hacienda se llega a El Carmelo, una parroquia en donde sus vecinos han visto cómo guerrilleros y militares colombianos se han enfrentado.
El hacendado que dejó el pueblo también lo ha visto y sabe que por la vía aledaña a su propiedad los desconocidos llevan a la gente secuestrada para pasarla a las zonas de Colombia.
Cuando salió de su tierras, lo más difícil fue convencer a uno de sus peones más antiguos para que los acompañara. Él llevaba 70 años allí y no quería irse a la ciudad. Al final decidió partir con la familia, pero falleció…
Las secuelas
El empresario Orlando Ibarra estuvo secuestrado 766 días por los subversivos del Ejército de Liberación Nacional (ELN) de Colombia. Después de su liberación, el empresario carchense ha regresado pocas veces a Julio Andrade, zona donde nació. Su cambio de residencia no es un hecho, pero las visitas a la provincia bajaron.
Gustavo Villarreal, otro hacendado carchense secuestrado y liberado este año también analiza la posibilidad de cambiarse de domicilio. Sus familiares manifestaron que la decisión final la tiene el padre de Villarreal, Juan, quien también fue plagiado en el 2001.
La Policía y el Ejército conocen casos de extorsión. Pero dicen que no denuncian y que por eso sus trabajos se remiten a los controles rutinarios en la frontera.
Siete ejemplos de secuestros que a escala nacional han sido resueltos en los últimos 14 años
04/10/1998
Bernardo V. fue secuestrado en Tulcán (Carchi). Según la Policía, los desconocidos exigieron por la liberación USD 2 millones. En cambio, el 4 de julio del 2000, Rosalino V. fue plagiado en Ibarra (Imbabura).
15/06/2001
A Juan V. y Edwin V. los capturaron en la frontera norte con Colombia. Por su rescate, la guerrilla pidió USD 1,5 millones. En otro caso, el 26 de febrero del 2002, el ELN plagió a Amador T. en Ibarra y pidió 6 millones.
10/01/2008
Patricio M. y su hijo, Nicolás, fueron secuestrados mientras se movilizaban en un tráiler. Los agentes de la Unase dijeron que los subversivos querían USD 500 000 de pago. El joven volvió luego de 15 meses.
07/04/2008
Un grupo de desconocidos plagió a Kléver L. mientras se movilizaba junto a su chofer en un automóvil, en Cuenca. Por el rescate, los armados exigieron USD 1 millón ala familia. Regresó luego de seis meses.
28/11/2011
40 días permaneció secuestrado el carchense Wilson G. Lo plagiaron en una de sus haciendas en la parroquia Julio Andrade. Él dijo que durante el cautiverio permaneció encadenado. Hubo tres detenidos.
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