Soy propietaria de una tienda de abarrotes. Era temprano cuando un hombre que parecía un comerciante entró al local.
Era alto, gordo y hablaba con acento costeño. Vestía un pantalón jean, camisa color rojo y una gorra negra. En su espalda cargaba una mochila y en sus manos mostraba medias, gorras y camisetas. Me sentí nerviosa.
[[OBJECT]]El hombre me solicitó varias gaseosas. Ahora que lo pienso, esa fue su estrategia. Eso me obligó a dirigirme hacia la bodega y lo dejé solo en el negocio.
Cuando regresé, el supuesto comprador ya no quería las colas. Me pareció extraño y me puse en alerta. Miré que con su mano sostenía y se apretaba la barriga.
Allí escondía mi cartera. El celular se lo había guardado en otro bolsillo de su vestimenta.
Sin embargo, pude mirar el tirante de mi cartera de color negro. Dudé en reprenderle, pero me enojó el no ver mi celular.
Me armé de valor y le descargué un golpe en el torso. El puñetazo lo hizo retroceder y se golpeó contra la puerta de vidrio del refrigerador. El movimiento brusco lo obligó a soltar el botín. La rabia que sentí influyó para que no midiera las consecuencias de mis actos. En lugar de temer por mi seguridad, me preocupé que pudiera romperse la nevera.
Pero mi decisión lo desarmó. Le gané la moral. En mi cartera tenía papeles personales y unos USD 20 aproximadamente.
Volvimos a forcejear hasta que conseguí que también soltara mi celular. Era un modelo antiguo y algo viejo. El hombre, como dije, se acobardó. No me hizo daño y se fue caminado como si no hubiera hecho nada. Solo vi que se perdió entre la gente.
Yo temblaba por los nervios y la rabia. Luego entré en pánico. Un cliente ingresó y me auxilió. Me preguntó qué había sucedido y trató de tranquilizarme.
Los dos salimos a buscarlo. Lo hicimos por toda la cuadra. Llamamos a la Policía y luego de algunos minutos arribaron varios uniformados al sector.
Reanudamos la búsqueda con ellos, pero este se había marchado de inmediato y no lo encontramos. Los policías rastrearon por las calles cercanas y por la zona del Palacio de Justicia. A la búsqueda se les unió un patrullero y varias motocicletas. Fue inútil.
En las investigaciones se dedujo que aquel individuo frecuentaba otros sectores céntricos de la ciudad. Los vecinos también habían sufrido robos.
Ese incidente me volvió desconfiada. Ahora estoy demasiado pendiente de cada persona que ingresa a mi negocio.