Antes de ingresar al Regimiento Quito 1, el pasado 30 de septiembre, el presidente Rafael Correa llegó al cuartel del GOE, en el edificio contiguo del barrio Las Casas. Eran las 08:30, cuando el mayor Cristian Miño, comandante de la unidad de élite de la Policía, recibió una llamada desde la Prevención. Un marino, miembro del grupo de seguridad del Mandatario, requería su presencia con un pedido concreto: “El Presidente desea ingresar al cuartel”. Miño lo recibió y la caravana presidencial accedió al recinto. “El presidente Correa llegó, nos saludó y pensó que el movimiento insurrecto era aquí. Ahí, le ratifiqué que nosotros somos obedientes y no deliberantes”, dice. De esta forma, continúa, el GOE ratificaba su apoyo al orden constituido y marcaba distancias del resto de la tropa, que desde las 07:30 protestaba en la sede del Regimiento Quito 1 (RQ-1).Luego de su encuentro con Correa, la comitiva presidencial salió rumbo al Regimiento Quito, el epicentro de la protesta policial.El RQ-1 y el cuartel del GOE están separados por una pared de aproximadamente 1,80 metros de alto. Los dos edificios están conectados con el Hospital de la Policía. Tras dejar el cuartel de los policías ‘leales’, el Mandatario tuvo dificultades para ingresar al Regimiento. Por ejemplo, ocho militares uniformados de la élite del Ejército, que forman parte de su custodia, fueron obligados a quedarse en la puerta. El Jefe de Estado avanzó sólo con su escolta policial, quienes vestían de civil. Cerca de las 10:10 se produjeron los desmanes conocidos: Correa, Gustavo Jalkh, ministro del Interior, y Freddy Martínez, comandante de la Policía, fueron vejados e inhalaron grandes cantidades de gas lacrimógeno. En el escape del Regimiento, Jalkh y su cuerpo de seguridad, así como el comandante Martínez, pudieron refugiarse en el GOE. Para ello tuvieron que subir rápidamente la pared que separa a los dos cuarteles. Miño recuerda que el general Martínez tenía un fuerte golpe en la cabeza y que inmediatamente personal de su cuartel le brindó los primeros auxilios. Jalkh decidió usar la oficina del cuartel para analizar la situación y tomar decisiones.Para entonces, el presidente Correa había llegado, casi sin ninguna protección, a Emergencias del Hospital de la Policía. “Su presencia alteró la rutina del centro médico”, recuerda un policía que esa mañana estaba allí y pide la reserva por seguridad. Dentro del Hospital de la Policía, la mayoría de empleados prefiere no hablar de los hechos del 30 de septiembre, por temor a represalias. El diagnóstico médico indicaba que el Mandatario tenía síntomas de asfixia y fatiga. Su presión arterial se había elevado.Otra fuente cuenta que tuvieron que emplearse a fondo para cargar al Mandatario y ubicarlo en una camilla. Recibió los primeros auxilios y posteriormente fue estabilizado. Entonces, las autoridades del hospital decidieron ubicarlo en una de las cuatro habitaciones especiales, destinadas para el uso de generales, en el tercer piso del centro médico (avs. Mariana de Jesús y Mariscal Sucre, noroeste de Quito). “Pero el Presidente decidió ocupar una habitación normal. Por eso se lo ubicó en la habitación 302”.La Dirección del hospital ordenó algunas modificaciones en la habitación del Mandatario: cada cuarto tiene una cama y un cómodo sofá. En el cuarto de Correa se colocaron dos sofás. No se ubicó al Presidente en un cuarto con ventanas para evitar problemas. Según otra fuente, el Jefe de Estado llegó al tercer piso por su voluntad, sin que estuviera secuestrado. Inicialmente “incluso se le ofreció la posibilidad de que saliera en una ambulancia. Pero Correa y su cuerpo de seguridad decidieron quedarse”. Pasadas las 11:30, los manifestantes del Regimiento Quito habían trasladado la protesta desde ese recinto hasta las afueras del hospital.
Lo que pasó en la tarde
A las 16:00, Jalkh y su cuerpo de seguridad, guiados por hombres del GOE de la Policía, ingresaron al hospital por un sendero en el costado suroeste de la casa de salud. Entre árboles y maleza pasaron desde el cuartel del GOE hasta Emergencias. Por allí subieron hasta la habitación 302.Para esa hora, Ernesto González, jefe del Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas, ya conocía que otra unidad de élite de la Policía, el Grupo de Intervención y Rescate (GIR), tampoco plegaba a la insubordinación y que preparaba un plan para sacar al Presidente del hospital.Este Diario intentó tener la versión de Lenin Bolaños, jefe del GIR. Vía telefónica, el oficial dijo que no daría declaraciones, “por la serie de instrucciones fiscales que existen en el caso”. Los oficiales del GOE también armaban su estrategia para intentar sacar al Mandatario.Miño reunió a 54 de sus hombres, con equipo de asalto, en el aparcamiento del cuartel. Al caer la tarde, 95 uniformados del GIR también se reunían y los dos grupos se comprometían a lo mismo: “Rescatar al Presidente sin enfrentarse con los compañeros policías o producir bajas”.Cerca de las 18:30, el personal del GOE utilizó el sendero que antes había usado Jalkh para ingresar al hospital. Usaban sus overoles tácticos negros y dos chalecos: uno antibalas y otro multiuso. Aprovecharon la penumbra para ingresar a la zona de Emergencias y posteriormente subir al tercer piso, en donde estaba Correa. Intentaron salir con el Mandatario, pero no pudieron en un primer intento. “Había mucho humo, producto de los gases lacrimógenos que se lanzaban”, cuenta. Cerca de las 19:40, miembros del GIR pugnaban por ingresar al centro de salud desde la Mariana de Jesús. Luego de enfrentarse duramente con policías insubordinados, cerca de la puerta principal, los uniformados lograron acceder al recinto médico. Por orden del general Martínez, los agentes planeaban formar un corredor de seguridad y corear el Himno de la Policía para aplacar los ánimos de los violentos. Pero a esa hora, el Jefe del Comando Conjunto pidió a Martínez que descartara esa opción. En un sobrevuelo en helicóptero, los boinas rojas del Ejército habían identificado posiciones de francotiradores en ese sector. A las 20:00, tras dialogar telefónicamente con el ministro de Defensa, Javier Ponce, y con el mismo Presidente, González ordenó la incursión. 700 soldados rodearon el sanatorio. 50 miembros del GEO del Ejército ingresaron al centro médico y llegaron al tercer piso. Allí, personal del GOE y del GIR permanecía con el Mandatario. También había uniformados en el primer y segundo pisos.Con la presencia de los militares, los miembros del GOE y del GIR lograron sacar al Mandatario y colocarlo en el Nissan Patrol plata que lo esperaba en el aparcamiento de Emergencias. Los policías decidieron escoltar el auto; pensaban que sus compañeros sublevados no los dispararían. Sin embargo, en el fuego cruzado cayó Froilán Jiménez, del GIR. En el hospital, sus compañeros lloraron su muerte. “Conejo’ no te vayas, no nos dejes. Lucha por tu hijo”, gritaban al cadáver. Los oficiales del GOE recuerdan con impotencia el desenlace. En ese grupo de élite, el cabo Wilson Solano recibió cuatro impactos en sus piernas, dos de ellos de fusil y dos de perdigones. En cambio, Luis Acosta recibió un disparo en su mano izquierda.