El investigador de la Flacso José Antonio Figueroa dice que en el vecino país la violencia es asumida como un hecho cotidiano
Los niveles de homicidios por sicariato han aumentado en el país en los últimos años. ¿Considera que ese fenómeno es una consecuencia del conflicto colombiano que se siente ahora en el Ecuador?
Sería interesante reflexionar un poco desde dos aristas: el sicariato y el paramilitarismo.
¿Desde qué ángulo analiza usted al sicariato?Los estudios colombianos relacionan al sicariato con temas vinculados a las áreas urbanas. Es decir, individuos pagados que cometen crímenes seleccionados. Tiene una característica, la cual enfoca sus acciones hacia gente que tiene una forma de visibilización política.
Pero en la actualidad ya no se asesina únicamente a personajes públicos.
Es lo que ocurrió en el caso colombiano, esa violencia llegó a generalizarse hasta filtrarse en todo ámbito y por cualquier motivo. En ese sentido, se paga a alguien para resolver rencillas, venganzas, desencuentros, etc. Eso es una cosa, pero por el otro lado, como había apuntado, aparece el paramilitarismo.
¿Qué papel juega el paramilitarismo?
Son estructuras militares de carácter rural. La seguridad sufre un proceso de deterioro y hay una tendencia generalizada de suplantar la justicia estatal por otra civil que ejecuta la justicia por su mano.
¿Falta de presencia estatal?
Tiene que ver con cierto debilitamiento del Estado como ejecutor eficiente de la justicia. Es decir, en Colombia nos encontramos con índices de impunidad que se ubican por encima del 90%. Esto es monstruoso en el sentido de que se muestra la ineficiencia del Estado y eso genera un ambiente proclive para que los grupos privados ejerzan la justicia por sí mismos.
¿El nivel de impunidad en Ecuador también es alto?
Los niveles de Colombia son incomparables con los de Ecuador. Aquí hay muchísima más eficiencia del sistema judicial y policial, a pesar de que tienen grandes deficiencias. Entonces, ¿qué es lo que pasa? Hay razones internas por las cuales el sicariato puede consolidarse.
Por ejemplo, ¿la pobreza?
La amplia difusión de dinero proveniente del narcotráfico produce grandes separaciones y rencillas. Y estas, obviamente, se resuelven a través del sicariato. Ese es un fenómeno que se profundiza en nuestra sociedad. Al generalizarse la impunidad, cuando el sistema judicial y policial no funcionan, la gente empieza a creer que es lógico tomar la justicia por sus propias manos.
¿La frontera ecuatoriana se vuelve más vulnerable al impacto de este fenómeno?
Sí. En las zonas fronterizas como Esmeraldas y Sucumbíos el sicariato está creciendo. Eso se nota por la cercanía con Colombia y el desplazamiento de grupos que vienen de ese país. También porque en esas zonas hay el cruce del dinero, producido por el narcotráfico.
¿Qué sucede en lo social?
Existen problemas con el empleo y el subempleo. O sea, los jóvenes no encuentran, sino a través del sicariato, una forma de subsistencia. Lo complejo de Colombia es que el sicariato se relaciona con una opción de vida. En Medellín, en la época fuerte del sicariato (década de los ochenta y noventa), los jóvenes de 19 años decían que estaban viejos.
¿Por qué?
Estaban dispuestos a autosacrificarse, si es el caso, con tal de tener un poco de reconocimiento dentro de los grupos en los que trabajaban o cogían dinero. Por eso se incorporó la idea de que la vida de un sicario vale bien poco y que su promedio de existencia podía ser de 16 ó 17 años.
¿Esa realidad se está adaptando a nuestro país?
Sí, pero las condiciones de Colombia y Ecuador son distintas.
¿El sicario es diferente?
La estructura sociopolítica colombiana es mucho menos incluyente que la de acá. Por ejemplo, basta mirar solamente a los últimos 10 años, con las movilizaciones en las que incluso se han bajado presidentes. Eso en Colombia es inconcebible. Una protesta es criminalizada y la gente, eliminada militarmente.
¿Se podría decir que en Colombia la violencia es asumida como algo cotidiano?
Exacto. Esa es una gran diferencia para tener en cuenta. Allí se tiene que las fronteras son más vulnerables en temas del sicariato por la falta de oportunidades en el ámbito laboral.
En ese sentido, ¿cómo debería aplicarse el Plan Ecuador en temas de asistencia a la población fronteriza?
Yo creo que son retos no solo del Plan Ecuador. Los costos de esto deben ser asumidos a nivel regional. Hay que pensar en unas políticas públicas para conseguir empleo y formación educativa en la frontera. Por ejemplo, se debería crear una universidad en Sucumbíos: existe una serie de actividades que aún se pueden desarrollar en temas ambientales.