En el cumpleaños hubo velas y fotos. La fiesta fue el viernes. Ese día, Tito Morocho cumplió 58 años y ayer sus restos eran velados en el camposanto Monteolivo: una bala segó su vida la tarde del lunes, tras el asalto en el Quicentro Sur.
El lunes ocurrieron “cosas extrañas” en la casa de Gilma Castillo. Ella es madre de Morocho y hasta la tarde esperó que la llamara.
Lo hacía todos los días, pero esta vez no ocurrió. Un poco antes de las 14:00, un plato que llevaba en sus manos se cayó al piso “y se hizo polvo. Me puse tensa y nerviosa. La empleada me dijo que algo malo iba a pasar”. Entrada la noche, una llamada al teléfono dio cuenta del ataque a su hijo.
Castillo recordaba ayer esas escenas. Lo hacía sentada en una banca de madera, mientras esperaba que los forenses del Departamento de Medicina Legal de Quito autorizaran la salida del cadáver. Unos 20 familiares llegaron a la morgue, y con ellos los tres hijos de Morocho.
A la misma hora, en el Quicentro Sur, seis técnicos reparaban las escaleras metálicas donde el lunes se había registrado la balacera. Con una aspiradora recogían pedazos de vidrio, rastro de las paredes de cristas rotas por las balas.
Las actividades en el centro comercial del sur de Quito se desarrollaron casi con normalidad, aunque los clientes hablaban en voz baja y aún había conmoción entre empleados y dueños de almacenes.
En una clínica privada, cuatro de los siete heridos por el asalto estaban en observación. Son tres guardias y una mujer. Un hombre recibió ocho tiros; era el más grave, pero los médicos decían que “está estable”.
Sus familiares no hablaron y pidieron a los especialistas que no divulgaran nombres ni apellidos. “Hay temor de que alguien los busque”, temían. Y la empresa en la que trabajan envió guardias para que vigilaran el centro de salud.
Una cámara de televisión entró a la clínica y buscó a la mujer herida en el pie derecho. Ella también pidió que no la filmaran y que no se publicara su nombre.
En el centro comercial, los guardias caminaban por los pisos y los que dan seguridad a los blindados continuaron el retiro de dinero. Esas operaciones no se alteraron. Los custodios estaban armados con carabinas.
En la administración del Quicentro Sur, Carmen Recalde reportaba daños en los ingresos al estacionamiento, destrozos en dos puertas de vidrio y en las gradas, etc. Las cámaras instaladas en el interior revelan datos. En las imágenes aparecen personas con gorras que la tarde del lunes, cerca de las 18:07, caminaban de forma circular por el mismo sitio. El Departamento de Seguridad del lugar los identificó como sospechosos y en segundos -dice Recalde- atacaron a los guardias de una empresa de transporte de valores que llevaban dinero hasta un vehículo blindado estacionado en el subsuelo. Esa y otras grabaciones -según la portavoz- se remitieron a la Fiscalía.
Entre enero y mayo de este año, Quito reportó 96 homicidios, frente a 105 en igual período del 2011, según el Observatorio Metropolitano de Seguridad Ciudadana (OMSC). Asimismo, este reportó 1 165 asaltos a locales comerciales, frente a 1 120 en el 2011.
La tarde de ayer, el Ministerio del Interior publicó un comunicado. Allí se dijo que para el operativo del lunes fueron movilizados 100 policías. “Alrededor del lugar (centro comercial) existen seis Unidades de Policía Comunitaria (UPC) cercanas. Por eso, la alerta inmediata permitió que se montara un operativo y posteriormente se diera la captura de siete personas. Detalles de la indagación se manejan en reserva, como prevé la Ley. La Cartera de Estado precisó que el violento asalto, que desembocó en balacera, dejó siete heridos y un fallecido.
Morocho recibió una bala en el tórax, según los médicos, y tras la balacera fue llevado a un hospital particular. Los especialistas allí reportaron un paro cardíaco y falleció. Su familia programó su sepelio en Monteolivo, en donde hace seis años también fue sepultado su progenitor. El domingo, en el Día del Padre, Tito Morocho llegó temprano al camposanto y dejó flores en la tumba de su papá, refería ayer su madre.
La noche del lunes se decía que el fallecido era un guardia, pero ayer sus parientes dijeron que Morocho se dedicaba al transporte pesado y que administraba sus unidades. Vivía en el valle de Los Chillos y su hermano, Víctor, recordó que siempre gustaba tomar café en las tardes y que por eso había entrado el lunes al centro comercial.
Víctor conoció que su hermano estaba herido y pensó que “el asunto no era tan grave”, pero todo ocurrió “tan rápido” y la muerte se confirmó cuando aún viajaba desde Guayaquil. Él vive en esa ciudad y en el momento en que se enteraron del ataque armado hablaron con dos amigos y viajaron en vehículo.
Una mujer que permanecía con Gilma Castillo pedía “sanciones drásticas a los detenidos”. Anoche, el Juzgado Vigésimo Tercero de lo Penal de Pichincha ordenó la libertad de los siete sospechosos, durante la audiencia de flagrancia que duró cerca de dos horas, hasta las 20:00. La decisión se tomó “por falta de elementos de pruebas” .
La Fiscalía se abstuvo de calificar la flagrancia, ya que no existían indicios suficientes para vincular a los detenidos con los incidentes en el centro comercial del sur. Según el Código de Procedimiento Penal, si la Fiscalía no acusa, el juez no puede dar paso a un proceso penal.
La madre de Morocho pedía “penas fuertes”. Y casi a la misma hora en que se realizaba la diligencia judicial, en Monteolivo el cadáver de la víctima era velado. Unas 50 personas llegaron. La hija y la madre estaban consternadas. Nueve cadetes del Colegio Militar hicieron una corte de honor, pues un familiar del fallecido estudia en eese centro. Rosas y claveles blancos y rojos se colocaron en la capilla.
A los lectores
Apuntes del Editor sobre el violento asalto
Ofrezco una explicación frente a inquietudes de nuestros lectores por las notas de ayer y anteayer en las cuales no identificamos el nombre del centro comercial asaltado el lunes en Quito.
Los argumentos son éticos. Los medios de comunicación, al abordar los hechos del crimen, pueden engendrar violencia si lo hacen de forma descarnada.
El periodismo respeta los derechos de los demás, por eso en las páginas de esta sección no se publican nombres ni rostros de víctimas, testigos y sospechosos -presunción de inocencia-. Así como tampoco se divulgan detalles de lugares donde se producen delitos: conjuntos habitacionales, pizzerías, centros comerciales, delicatesen, restaurantes, espacios recreativos, edificios públicos.
Hablar de violencia, es hablar del miedo. En periodismo es vital tenerlo en cuenta. La premisa es preservar la salud mental de la gente. Todos tienen derecho a regresar a esos sitios sin pánico, con sus hijos, por ejemplo; porque no siempre los hechos de violencia tienen como causante a los responsables de los lugares.
Nuestro objetivo es aportar a la construcción de una sociedad que fundamente su convivencia en el respeto y no en la paranoia ni en la violencia.
Mas, somos sensibles a sus mensajes. Ayer, tras un debate en la Redacción de EL COMERCIO, se acordó identificar en los espacios periodísticos los escenarios de la violencia, cuando se trate de hechos de alta conmoción social. Es la razón por la cual en la edición de este día publicamos el lugar del asalto del lunes.
Invito a los lectores a formar parte de este debate que aún no se agota. Pueden escribir al correo seguridadciudadana@elcomercio.com.
Dimitri Barreto P.