Elvis, sobrino de Luis Quezada, permanece en la casa en donde vía el emigrante. Foto: Xavier Caivinagua para EL COMERCIO
Nuevos datos se conocieron ayer 25 de abril del 2019 en torno al ataque armado que 13 emigrantes de Ecuador y Centroamérica sufrieron en la frontera México-EE.UU.
En la mañana aparecieron los familiares de Sara Sagñay, una mujer de 43 años, que vivía en Colta-Chimborazo. Ellos dijeron que su pariente estaba en el grupo perseguido por hombres armados.
Lo mismo dijeron los allegados de David Villavicencio, un chico de 19 años de edad, que había salido desde el cantón azuayo de Sígsig.
Los parientes están angustiados, porque no saben si sus seres queridos se lanzaron al río Bravo o fueron secuestrados en el puente internacional Colombia, en Nuevo Laredo, una ciudad fronteriza que pertenece al estado mexicano de Tamaulipas.
Hasta ahora solo se había confirmado las muertes de los lojanos Luis Quezada y Héctor González y la desaparición de Myriam Paguay.
Ayer se supo que Sagñay y Villavicencio salieron de sus hogares el pasado 27 de marzo con destino a Estados Unidos. Viajaron vía terrestre desde el cantón fronterizo de Huaquillas con dirección a Lima-Perú. Desde allí volaron a Cancún (México) .
Esta es una de las rutas más utilizadas para abaratar costos y evadir controles. Este dato lo confirma William Murillo, director de la organización 1800migrante.com.
Los allegados recuerdan que la última vez que Sara y David se comunicaron con sus padres fue la mañana del pasado 13 de abril. Les contaron que esa noche tenían previsto cruzar la frontera por Tamaulipas.
Los investigadores saben que por lo general, los coyotes utilizan la noche para pasar a Estados Unidos y evadir los controles de Migración.
El miércoles pasado, los familiares de Sagñay y Villavicencio se enteraron de la tragedia mediante los medios de comunicación y comenzaron los trámites para que las autoridades les ayuden a buscar a sus parientes.
María Sagñay guarda la esperanza de que su sobrina no esté muerta ni secuestrada por los criminales y que aparezca. El coyote al que pagaron USD 12 000 por el viaje no contesta las llamadas y no conoce de su paradero.
“A cada momento elevo mis oraciones para que esté con vida y que pronto tengamos noticias de ella. No tenemos tranquilidad”, dice la mujer. Ella está pendiente de cualquier información o llamada de familiares que residen en EE.UU. Estos últimos pidieron ayuda a las organizaciones humanitarias.