En la Escuela Superior Militar de Aviación Cosme Renella (ESMA) son las 04:45 y Johanna Santacruz empieza su jornada. Lo hace antes de que suene el timbre, a las 05:15, la señal para que los cadetes se levanten en Salinas.
Santacruz, de 1,60 metros, tez trigueña y ojos almendrados, es la brigadier mayor de la ESMA, en la cual actualmente se preparan 250 cadetes. Este jueves 27, el centro militar incorporará a las cinco primeras mujeres oficiales de la Fuerza Aérea Ecuatoriana (FAE). De estas subtenientes, dos serán pilotos y las otras tres se especializarán en las áreas de mantenimiento, abastecimiento y personal militar de la Aviación.
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No todos los seres humanos tenemos condiciones para volar, especialmente en lo militar, donde el avión no está siempre recto, explica el coronel Marco Brito, director de la ESMA. “Esto genera ansiedad y temor en hombres y mujeres. Estas bases de formación las han hecho muy bien estas dos mujeres futuras oficiales pilotos”, agrega, refiriéndose a Santacruz y a María José Narváez, quienes en la carrera militar podrían llegar a ser generales.
Hace 10 años, la ESMA abrió sus puertas a las mujeres aspirantes a oficiales. Las pioneras eran jóvenes que previamente habían obtenido títulos universitarios, como comunicadoras, médicas, abogadas, etc., y se convirtieron en oficiales especialistas, tras seis meses de instrucción.
Pero en el 2007, la ESMA apostó por formar cadetes mujeres, como lo ha hecho con los hombres desde hace 51 años. Trece postulantes entraron a estudiar los 4 años previstos para los oficiales de arma y técnicos.
La cadete Santacruz ostenta la primera antigüedad de esa promoción, 61, llamada Horus, por el dios del viento de la mitología egipcia. Con ella, 32 cadetes (27 hombres) se graduarán el jueves.
Antes de las 05:30, la cadete de 24 años controla y dirige las actividades de aseo de las habitaciones hasta que la estridente sirena convoca a los estudiantes a formarse en el patio principal.
Tras el ruido de botas, los cadetes de años inferiores se arrodillan ante los 32 estudiantes de cuarto año y gritan: “Cómo ha pasado el tiempo no lo puedo creer tan solo faltan tres días para que desde el cielo baje una hermosa estrella plateada y se pose sobre mis musculosos hombros”. Santacruz da el parte al oficial de guardia y pasan al desayuno.
A las 07:00, tras comer arroz con huevo frito y un café negro, la brigadier mayor baja a los hangares, hasta los aviones, y camina hacia la llamada línea de vuelo hasta las aulas, para realizar un ‘briefing’ ante un oficial instructor, una exposición con la planificación del vuelo que realizará. La cadete usa overol verde y gorra naranja, color que significa que ya ha volado sola el avión T 34C. Se coloca su equipo de vuelo (casco, chaleco de combate, paracaídas, guantes), revisa el avión y despega.
“Todo es posible, solo se necesita esfuerzo. Mi legado es que las mujeres sí podemos hacer lo que nos gusta”, dice Santacruz, quien superó las 170 horas de vuelo exigidas para graduarse. Al salir de la ESMA, se especializará en Aviación de Combate en una de las alas: de transportes, rotativa (helicópteros) o aviones supersónicos.