Esclavitud y machismo radical
Las mujeres fueron engañadas con falsas promesas. Oriundas del Caribe, viajaron para hallar oportunidades en Ecuador. Ilusionadas. Se endeudaron en cientos de dólares, lo necesario para obtener cartas de invitación y comprometerse al pago de pasajes aéreos costeados por hombres desconocidos, ecuatorianos y extranjeros.
Pero la deuda y el viaje fueron su trampa. Al llegar al país, esos cientos de dólares se convirtieron en miles, impagables, y coaccionadas, entre amenazas, fueron forzadas a ejercer la prostitución para pagarlos. Los desgarradores testimonios dan cuenta de una práctica descarnada en Quito: la trata de personas con fines de explotación sexual.
La trata en Ecuador constituye uno de los más complicados problemas de seguridad. Así lo refiere un informe de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (Unodc) del 2012.
Esa complejidad, advirtió entonces la Unodc, se debe a que el tema requiere de un tratamiento humanitario especializado, porque se entremezclan todas las modalidades de delincuencia: tráfico de armas, tráfico de drogas, sicariato y finalmente explotación de personas; actividades que violan varios derechos humanos de las víctimas.
Decenas de extranjeras fueron rescatadas en el 2014. Los detalles del caso se deshilvanaron este abril del 2015, luego de una investigación penal, con asistencia de Colombia y de EE.UU., que terminó con la condena de 11 hombres, señalados por trata de personas.
La tarea del Ministerio del Interior (el allanamiento en 22 centros nocturnos para el rescate del 2014 es prueba de aquello) en el combate a este flagelo es destacable. En ese contexto, la desarticulación de bandas criminales en Ecuador, vinculadas al narcotráfico y al sicariato, permite acorralar este delito, indudable.
Pero ese esfuerzo no basta. La esclavitud sexual cuenta con un aval poderoso, invisible: las miles de personas que se ‘sirven’ del delito. Sí, cruda certeza. El ancla de la trata es la sociedad androcéntrica.