Era un juego psicológico. Iniciaba con una amenaza: “Tenemos información de un complot en su contra. Lo van a matar”.
El desconocido dejó ese mensaje en el teléfono del gerente de una empresa junto con un número para contactarlo.
Horas después, la tarde del 13 de septiembre del año pasado, el hijo del empresario, haciéndose pasar por su padre, devolvió la llamada. “Es información certera. Tengo un video de las reuniones de los hombres que quieren asesinar al gerente“.
El informante aseguraba que entregaría la “prueba” a cambio de USD 200, que eran para viajar desde Chone (Manabí) hasta Quito.
En la Fiscalía hay 75 denuncias por extorsión, entre septiembre y diciembre del año pasado, y un denominador: la misma banda delictiva.
Seis sospechosos fueron arrestados en operativos efectuados en Quito y Loja, el 23 de enero pasado. La Fiscalía los acusa de pertenecer a una red de extorsionadores de empresarios, que decían tener videos que jamás existieron.
“Averiguaban información personal de las víctimas y las intimidaban”, indicó José Luis Jaramillo, fiscal de este caso.
Según él, los detenidos hacían inteligencia previa para seleccionar a sus objetivos.
A través de la prensa o Internet, en anuncios de compraventa, los extorsionadores recopilaban sus nombres y números telefónicos.
Uno de los afectados explicó que recibió la primera amenaza luego de anunciar en la prensa la venta de un terreno en Los Chillos. “Una mujer me contactó muy interesada en el lote; me dijo que le entregara mis números de cuenta bancaria, copia de la cédula, etc., para iniciar ese mismo día el trámite. Pero nunca asomó”.
Dos meses más tarde, un hombre lo llamó con un mensaje: “tenemos un video personal, si no quieres que lo divulguemos y se entere tu esposa, deposítanos USD 500″.
El propietario cedió. Y envió la suma por una empresa de transferencia internacional de dinero. Dos días después recibió otro mensaje: “El precio subió, ahora son USD 200 más”.
En las 75 denuncias, la Fiscalía determinó que mediante llamadas y mensajes extorsivos, los sospechosos solicitaban entre USD 100 y 2 000.
“Determinamos un patrón de comportamiento criminal”, indicó un agente de la Unidad de Antisecuestros y Extorsión de la Policía (Unase).
Sus víctimas eran siempre empresarios, comerciantes o personas dueñas de propiedades.
Según Jaramillo, una de las encargadas de retirar los fondos depositados movió en sus cuentas cerca de USD 8 000, entre noviembre y diciembre pasados. “Los reportes bancarios de los últimos seis meses confirman que hizo 150 retiros de entre USD 200 y 2 000”.
Las denuncias fueron presentadas por los perjudicados.
El agente de la Unase señaló que, además, la organización delictiva usaba “líneas de desecho”. Las 75 víctimas recibieron llamadas de 60 números. “Usaban una línea por blanco o hasta dos víctimas”, agregó el Fiscal a cargo del caso.
Así pretendía no dejar rastro, pero en los allanamientos en Quito se encontraron más de 70 chips. Uno de ellos tenía la línea desde la cual el empresario recibió la noticia del supuesto complot. “Nunca hubo tal cosa, pero creí que mi vida corría peligro. Ahora solo contesto llamadas de conocidos”.
Otra de las afectadas fue contactada cuando ofrecía una recompensa por su mascota. Los extorsionadores le dijeron cuantos hijos tenía, los horarios de entrada y salida a su negocio. Ella desembolsó USD 300.
‘El extorsionador usa el miedo’
Ítalo Rojas Perito criminólogo La extorsión es sin duda un delito de intimidación y juego psicológico. El delincuente busca los puntos débiles para ‘herir’ a su víctima: el entorno familiar, sus bienes, su reputación… Si la persona cede, el extorsionador gana.
Por lo general, la experiencia delictual que adquieren los antisociales les indica que deben intentar hasta cinco o seis veces; más de eso ya es susceptible de un rastreo e investigación.
Si la víctima se niega a entregar el dinero abortan y buscan otra. Por eso, la extorsión, cuando no hay secuestro, es un delito de oportunidad. La mejor forma de prevenir es denunciar desde la primera llamada y no divulgar información personal a extraños.