Los medidores de electricidad y la maleza del redondel de la avenida Atahualpa (sur de Quito) son los escondites donde los vendedores al menudeo camuflan la droga. Los desconocidos se acercan discretamente a esos sitios y sacan los alcaloides, según la vecinos.
Por cada envoltura cobran entre USD 1 y 5. Son pequeñas fundas plásticas que contienen un polvo blanco (pasta o base de cocaína). Otras son de marihuana (color verde). Según los moradores del barrio El Pintado, en la calle Michelena y las vías transversales, existen agrupaciones de mujeres y hombres dedicadas a la venta de drogas al menudeo.
“Los hombres que operan en este sector comienzan desde las 18:00 hasta las 06:00 del otro día. Ellos se visten con chompas negras gruesas, zapatos deportivos y jeans. Las mujeres lo hacen en horas de la tarde acompañadas de niños o adolescentes. Yo creo que son familias dedicadas a esa actividad”, relata un morador.
“A eso se suman los asaltos”, manifiesta. A partir de las 21:00, cuando los locales comerciales son cerrados, las calles se “vuelven intransitables, pues las mismas personas que venden las drogas se dedican a asaltar”.
Por eso, la Asociación Progresista Ciudadela Atahualpa, realizó ayer una marcha de antorchas como protesta. En esta se invitó a la gente a dibujar pancartas con las leyendas: “Fuera ladrones”, “Fuera consumidores”, “Fuera la droga”, “Queremos vivir en paz”.
Una señora de la ciudadela Atahualpa cuenta que las mujeres que comercializan drogas esconden la mercancía en las maletas donde guardan los pañales.
“Anteayer, una chica escondió las bolsas con estupefacientes en su boca. Para no ser detenida, se lanzó al piso con su bebé en brazos. La Policía tuvo que llamar a otros uniformados para cargarla con suavidad y arrestarla”, contó un hombre que vive en ese zona.
Otro sitio en los que camuflan los alcaloides son los bordes de los parques. “Hace seis meses, cuando vino la Policía Antinarcóticos con los perros, hallaron algunas fundas en el redondel de la Atahualpa”, dijo una moradora.
Desde el 1 de febrero, la Policía ha realizado operativos antinarcóticos en la Villa Flora, Barrionuevo, Guamaní, El Calzado, San Bartolo (sur), Mercado Central (centro), La Ofelia, La Mariscal (norte), Sangolquí y el valle de Los Chillos (periferias). Antinarcóticos informó que se decomisaron 1 234,65 gramos de cocaína y 16 250,85 de marihuana.
Pero, las personas que viven en El Pintado y la ciudadela Atahuapa dicen que mientras los policías patrullan una zona, los expendedores se esconden en otras.
En el Centro Histórico, es frecuente encontrarse con gente que vende droga mientras se transita por la calle Rocafuerte y sus transversales, así como el sector del Arco de Santo Domingo.
Un morador de dicho sector señala que la venta de estupefacientes se da casi todo el tiempo. Agrega que, a partir de las 13:00, la calle Rocafuerte es peligrosa por la presencia de ‘brujos’ y asaltantes.
Cuenta que es frecuente ver a un grupo de mujeres, con niños en brazos, vendiendo alcaloides. “El patrullero camina por un sector, pero los traficantes huyen hacia otro (calle Ambato). También pasa que detienen a las mujeres y a las dos horas regresan”.
Añade que esconden las drogas en sus partes íntimas cuando se acercan los agentes de la Policía.
En el norte de Quito, La Ofelia es una zona de expendio de sustancias estupefacientes. Personas que viven en la calle Bellavista aseguran que en el mercado se esconden los expendedores. “Parece que no hacen nada, pero ahí están”, señala una mujer del lugar.
Con nervios, una señora cuenta que los vendedores de droga se esconden entre los comerciantes del mercado. Añade que se los puede reconocer por su aspecto. “Regularmente llevan ropa en malas condiciones y huelen mal”.
Edmundo Moncayo, comandante del Distrito Metropolitano de Quito, informó que 5 personas fueron detenidas con 145,30 gramos de cocaína y 27,70 de marihuana. Según la Policía, ellos operaban en la avenida Bellavista y Bartolomé de Zamora (frente al mercado). Para comercializar las drogas, se vestían de un color determinado para ser identificados por los consumidores.
Guayaquil
Tomás Baque pide agilidad para dar con el paradero de su hijo Antonio.
‘Mi hijo desapareció hace un año’
Mi hijo Antonio Baque Franco (26 años) desapareció el 16 de febrero del 2010. Va a cumplirse un año y no sabemos nada de su paradero. A los pocos días de su desaparición, buscamos por todos lados, hasta en la morgue. Nunca lo hallamos. Denunciamos el hecho como plagio y la Policía investigó. En El Empalme (Guayas) detuvieron a dos personas, que permanecen en la Penitenciaría a la espera de la sentencia.
En la familia recibíamos llamadas, donde nos pedían USD 120 000 para entregarnos a nuestro hijo. Fueron cientos de llamadas.
Los detenidos han dilatado el proceso, piden la nulidad. Si cumplen el año sin sentencia saldrán libres. Eso nos preocupa mucho porque hemos recibido amenazas de personas cercanas a ellos. Podrían tomar represalias.
Desde que mi hijo desapareció, andamos por muchos lados, y hablamos con muchas personas, preguntamos todo el tiempo por él. Como padre sufro cuando veo a mis dos nietos llorar por la ausencia de su padre. Ellos son todavía pequeños. Me reclaman: ¿por qué se fue mi papi, por qué se lo llevaron?
La propuesta
Lupe Patiño / Brigadas de Seguridad de Alpachaca (Ibarra)
Todos deben organizarse
La parroquia de Alpachaca, en Ibarra, fue considerada en un momento muy peligrosa por el acecho de los delincuentes. Eso nos obligó a los vecinos a organizarnos. Formamos las Brigadas de Seguridad de Alpachaca.
No puedo ocultar la realidad. La parroquia sigue siendo peligrosa. Por eso es que desde hace 10 años
continuamos trabajando. Mantenemos la organización. Siempre hacemos, por lo menos, sesiones con aproximadamente 50 jefes de familia.
Yo considero que la mejor estrategia para enfrentarse a la delincuencia es que la ciudadanía trabaje en coordinación con la Policía. De esa manera nos ayudamos todos.
La gente tiene que tomar conciencia de la seguridad. Cada barrio debe organizarse. Eso es lo más importante, porque solo así podremos protegernos.
Lamentablemente se ha perdido la solidaridad. A veces vemos como los delincuentes abusan de una persona o familia y no hacemos nada. Solo nos lamentamos cuando nuestros familiares o nosotros somos víctimas de delincuentes. Pensemos que tenemos hijos, padres, hermanos. Hay que pensar a futuro.
Los malhechores únicamente se frenan cuando actúan en conjunto el pueblo y la Policía. Ni las alarmas comunitarias funcionan si los vecinos no están unidos. Se puede activar un timbre, pero no sirve si no salen los moradores al menos a ver qué pasa.