Un cuartel fue ‘nido’ de auxilio infantil

En la Escuela Superior Militar.   30 niños de dos centros educativos de Pusuquí fueron atendidos en el policlínico del recinto militar, tras las explosiones registradas en el cuartel del GIR policial.

En la Escuela Superior Militar. 30 niños de dos centros educativos de Pusuquí fueron atendidos en el policlínico del recinto militar, tras las explosiones registradas en el cuartel del GIR policial.

La maestra Gloria López sostenía una pesada guía telefónica. Una a una pasaba las delgadas hojas para que sus 32 estudiantes, niños y niñas aprendieran cómo buscar un nombre y dirección.

Entonces, un espantoso estruendo finalizó con la clase de lenguaje. Las ventanas de la pequeña aula explotaron y los vidrios volaron. La maestra, quien lleva 17 años como docente en la escuela fiscal Simón Rodríguez, en Pusuquí, al norte de Quito, trató de mantenerse en calma y con un grito pidió a los pequeños que se metieran bajo los pupitres.

Los niños, asustados, obedecieron. Cuando la tierra dejó de temblar, la docente sacó a los chicos hacia el patio principal de la escuela, que funciona frente al cuartel del Grupo de Intervención y Rescate (GIR) de la Policía, donde ayer, cerca de las 11:15, se registraron dos explosiones. Los chicos fueron trasladados en buses hasta la Escuela Superior Militar (Esmil), a 2 kilómetros al sur.

En la Esmil se improvisó una sala de curaciones: ‘nido’. Los más afectados ingresaron al policlínico del recinto militar. Bomberos, personal del Ministerio de Salud y otros socorristas atendieron a 40 personas por heridas: cortes en la cabeza, brazos y manos. De ellos, 30 eran niños (de las escuelas Simón Rodríguez y María Camping de Yoder).

Seis menores fueron llevados a hospitales, porque tenían vidrios incrustados en el rostro. Raúl Villacrés, médico del área de Emergencias del Hospital de Niños Baca Ortiz, informó que tres pequeños habían llegado a esa casa de salud: Sebastián Chiriboga, de 10 años, y Nayeli Santana y Dayana Tenelanda, de 5, con heridas en su rostro y cuello.

Los tres se encontraban fuera de peligro. “Presentaron cortaduras de vidrios por el impacto de la explosión en partes del rostro. No se puso en peligro ningún órgano vital”, reseñó Villacrés.

Hasta el Hospital Pablo Arturo Suárez fueron llevados Densel Heredia, de 5 años; Denisse Pilatuña, de 7 (con heridas en el rostro y en la cabeza, respectivamente); y Yajaira Cuichán, de 4 años, quienes fueron dados de alta. En este centro asistencial también fueron recibidos cinco adultos.

A las 51 víctimas (40 atendidos en la Esmil, tres en el Baca Ortiz y ocho en el Pablo Arturo Suárez) se sumaron 11 adultos heridos reportados en el Hospital de la Policía (ver página 14).

En la Esmil, los profesores se organizaron en comisiones para llamar a los padres de familia. Tatiana Parra, de 22 años, estaba en el Registro Civil, cerca de la av. Naciones Unidas, en el norte, cuando se suscitó la explosión.

La mujer, que tiene a su hija en la escuela Rodríguez, dejó la fila para sacar la cédula y cruzó media ciudad en busca de su pequeña Naomi, de 7 años. La joven madre llegó agitada a la Esmil. Cuando vio a su pequeña la abrazó y la besó en la cabeza. Ella solo tenía un corte, pero para prevenir infecciones posteriores le entregaron envases con medicamentos.

Testimonios
Yolanda Matabay   /Abuela de herido
‘Sitios tan peligrosos  deberían ser reubicados’

Mi nieto está en  primero de básica de la escuela  Simón Rodríguez. Por la explosión sufrió golpes y cortes en la cara y pierna. Los paramédicos le suturaron en cuatro sitios de la cabeza y también en el rostro. Las autoridades deberían replantear la ubicación de sitios tan peligrosos cerca de las escuelas. Al principio no sabíamos a dónde se habían llevado a los pequeños. Nos decían que estaban en uno y en otro lado. Luego nos enteramos que estaban en la Escuela Militar. Los padres de mi nieto llegaron y lo vieron  asustado. Le cogieron  varios puntos.

Pablo Castillo   /Familiar de herido
‘Cuidamos mucho a mi nieto en la casa’
La desesperación me consumió cuando supe de la explosión y aumentó al acudir a la escuela y al no tener información sobre  él y acerca de su  estado de salud. He ido a emergencias de los hospitales a preguntar. Lo cuidamos mucho en la casa hasta que llega su madre del trabajo, es una gran responsabilidad y enterarse de que sufre un accidente así en un lugar donde supuestamente no debería pasarle nada,  indigna. Me imagino que él también debe sentirse  angustiado  sin saber qué hacer, es pequeño e indefenso.

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