Eran las 19:45 del miércoles. Luis M. estaba en la puerta de un club nocturno, en el sur de Quito, conversando con el guardia de seguridad. De pronto, un desconocido le disparó desde un taxi y escapó.
“Él recibió 16 tiros. La mayoría de impactos fueron en el cuello, el oído y cerca de la axila”, señala Marcela G., conviviente del fallecido. El asesino no se llevó las pertenencias, tampoco el Chevrolet San Remo en el que la víctima trabajaba como taxista ejecutivo.Ella relata que, una semana antes del crimen, él fue amenazado por unos desconocidos, quienes lo golpearon por no hacerles una carrera. ¿Se trata de sicarios? “No lo sé”, contestó la mujer.
Para Daniel Pontón, del Observatorio Metropolitano de Seguridad Ciudadana (OMSC), en el país no hay un verdadero registro de casos de sicariato debido a que “no existe la metodología, ni un equipo humano para hacerla”.
L a Dirección Nacional de la Policía Judicial (DNPJ) reportó en el 2009 cinco presuntos casos de sicariato y en el 2010 hubo 21, en Pichincha. .
“Los datos de presunto sicariato son aproximaciones basadas en recuentos de cadáveres, relatos de testigos y percepciones de inseguridad. Por eso, las estadísticas corresponden a un subregistro”, manifiesta Pontón. Sin embargo, la misma Policía registró en los dos últimos años 556 muertes por violencia en Pichincha.
A escala nacional, los presuntos casos de sicariato se redujeron de 264 a 240 (ver cuadro ). En la provincia del Guayas, el promedio se mantiene con 97 en el 2009 y 2010. En lo que se refiere a homicidios y asesinatos, Pichincha reportó en lo que va de este año 21 casos en enero, 24 en febrero y 18 en marzo de este año.
Para Vicente Reinoso, fiscal de Personas y Garantías de Pichincha, los crímenes que se cometen en la actualidad son más violentos que hace 10 años, en Quito. “Ahora se asesina con mayor alevosía y se producen los asesinatos a traición. Es decir, por la espalda”, relata.
Un funcionario de Medicina Legal de la Policía coincide con ese criterio. Cuenta que hace 30 años, las muertes violentas se daban, en su mayoría, solo por accidentes de tránsito. “Ahora se utilizan armas de fuego sofisticadas, automáticas y de fabricación extranjera”, cuenta.
Añade que, en la década de los ochenta “se hacían cerca de 300 autopsias al año. En el 2010 se practicaron alrededor de 1 800. Los cuerpos que llegaban con heridas de arma de fuego tenían uno o dos tiros y nada más, pero en la actualidad llegan con cinco o seis disparos”, manifiesta.Precisamente, a un hombre lo abalearon el lunes en las inmediaciones de un condominio, en el noroccidente de Quito. Los agentes de la Policía señalaron que él recibió seis balazos (cuatro en el tórax y dos en las caderas). En la escena del crimen, los agentes hallaron nueve casquillos percutados de arma de fuego.
Según un testigo, a las 22:30 de ese día, un vehículo desconocido a los que transitan por esa zona se estacionó fuera del edificio. Media hora después, la víctima salió del auto, caminó unos 10 metros y alguien disparó contra él.
Al escuchar la ráfaga, los moradores salieron de sus viviendas y hallaron el cadáver sobre la calle.
Un estudio realizado por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso) indica que en el 38% de casos de supuesto sicariato, los asesinos utilizan vehículos para huir, mientras que el 32% lo hace en motocicletas. Además, precisa que la lógica territorial de los asesinatos en el país se concentra “particularmente en las zonas urbanas”.
No obstante, Reinoso dice que los sicarios operan de dos formas. “Una de ellas se manifiesta a través del uso de armas de fuego en las ciudades. La otra se presenta en zonas rurales, donde el asesino utiliza cuchillos, machetes u otros objetos cortopunzantes”.
A su juicio, un caso representativo sucedió hace dos años en una parroquia ubicada en el noroccidente de Pichincha. “Un hombre contrató a una persona para desaparecer a alguien a quien le debía dinero y no podía pagarle. Lo mataron a machetazos”.
Un agente de Medicina Legal, en Quito, admite que los cadáveres de personas no identificadas (NN) y de extranjeros fallecidos en hechos violentos llegan con mayor frecuencia ahora.
Un ejemplo de aquello fue la muerte de dos extranjeros, quienes fueron abaleados en las afueras de una discoteca del norte de a mediados del año pasado. A esos hechos de muertes violentas se suman los casos en los que hay cuerpos descuartizados. Otro agente de Medicina Legal cuenta que el año pasado y lo que va de este, cerca de cuatro cadáveres cuyas extremidades fueron cortadas fueron reportados.
En el sector de La Pulida, en el norte de Quito, el año pasado se encontró el cuerpo de una persona cuyas extremidades fueron cortadas. Tras la investigación, este caso se vinculó con la organización criminal Cordillera, que opera en Pereira-Colombia y también estaba en Quito. Esta actuaba con una red de sicarios y colaboradores que expendían droga en el norte de la capital.
“También hay un incremento de cadáveres que llegan en proceso de putrefacción que se reportan con frecuencia. Eso dificulta la investigación para distinguir las identidades”, acota el funcionario de Medicina Legal.
El 28 de noviembre del 2010, policías encontraron , en el barrio de la Vicentina Baja (oriente de Quito), varios huesos, entre costillas y el cráneo, pertenecientes a una mujer de 25 a 30 años. Los restos estaban envueltos en una alfombra roja, en una quebrada.
Lo mismo sucedió con el cadáver de Wilson Merino, ex secretario de la Administración Pública del gobierno de Fabián Alarcón. Él desapareció el 7 de febrero y fue hallado muerto 14 días después en completo estado de descomposición en una quebrada.