Agentes de la Dinased localizaron el cadáver de Margarita en una casa en el sur de Quito. Foto: Javier Ortega / EL COMERCIO.
Ahí estaba Margarita, recostada en uno de los sillones de la sala de su casa, con 14 puñaladas. Los tres pequeños, de 7, 9 y 11 años contemplaron el cuerpo inmóvil de su madre durante largos minutos, hasta que llegaron los investigadores.
El principal sospechoso del ataque: el esposo de la víctima, identificado como Alberto M.,Ella de 28 años y él de 39.
Margarita murió hace cuatro días en el sur de Quito y se sumó a una lista de mujeres que trágicamente fueron asesinadas en los últimos meses por su condición de género.
Una semana antes de ese crimen, la Policía localizó el cuerpo de Gloria, una joven de 15 años a la que violaron y asfixiaron con una cuerda. El padrastro y el novio de la chica son investigados. Esos hechos ocurrieron en San Antonio de Pichincha, norte de la capital.
En abril, también en Quito, falleció Diana. Los peritos encontraron huellas de asfixia. La universitaria estaba envuelta en dos cobijas y con una funda plástica en la cabeza. El enamorado permanece preso.
Desde el 10 de agosto del 2014, cuando entró en vigencia el nuevo Código Penal (COIP), hasta junio pasado, la Fiscalía reportó 72 muertes de mujeres por razones de género. Es decir, cada mes hubo siete crímenes en el país.
A este tipo de asesinatos se los conoce como femicidios. El COIP incorporó por primera vez esa figura en la legislación ecuatoriana. Para la Fiscalía fue un “logro social”.
En la Ley penal, este delito se castiga hasta con 26 años.
Esa sanción recibió Miguel O. en noviembre, tres meses después de que entrara en vigencia el Código Penal. Fue la primera sentencia por femicidio en el país. La víctima recibió una puñalada en el dorso.
Para las autoridades, la inclusión de esta figura en el COIP ha sido clave para “disminuir la impunidad que había antes, sobre todo por la falta de una ley expresa contra este delito”.
De los 72 crímenes de mujeres que se reportaron en los últimos 10 meses, en seis casos ya hubo condenas contra novios o cónyuges. El resto aún se investiga.
Al esposo de Margarita lo conocían en el barrio. La pareja y sus tres hijos se mudaron al inmueble en donde ocurrió el crimen hace apenas tres meses. Los vecinos lo veían en los partidos de ecuavóley. “Era un tipo tranquilo. No creemos que haya cometido tremendo error. Se desgració su vida y la de su mujer”, comentaba Jorge Chichanda mientras la Policía metía el cadáver en la ambulancia de Medicina Legal.
La Fiscalía de Pichincha lo procesa ahora por femicidio.
El capitán Iván Naranjo, de la Dirección Nacional de Muertes Violentas (Dinased), cree que detrás de esta muerte hubo violencia intrafamiliar.
Los investigadores saben que el femicidio es el último episodio de una cadena en la que hay golpes, amenazas, insultos…
Hace una semana, la Fiscalía de Chimborazo reformuló cargos contra un hombre acusado de la muerte de su esposa. En un inicio, los agentes lo procesaron por asesinato, pero tras las pericias se comprobó que hubo violencia previa y cambiaron la figura a femicidio.
¿Cuándo se lo considera como tal? Según el artículo 141 del COIP, la persona que como resultado de relaciones de poder manifestadas en cualquier tipo de violencia, dé muerte a una mujer por el hecho de serlo o por su condición de género, será sancionada con 22 a 26 años.
En la mayoría de casos, las víctimas dejan hijos pequeños huérfanos. Diana, por ejemplo, vivía con su niña de 8 años.
La hija de Miguel O. testificó contra él. Ante los jueces, la adolescente de 15 años admitió que su padre golpeaba repetidamente a su madre.
Tras el asesinato de Margarita, sus tres hijos ahora quedarán bajo el cuidado de la familia materna. Ese viernes 14, los vecinos comentaban que para los pequeños será difícil olvidar el ataque. “Lastimosamente ellos presenciaron todo”, reconoció el capitán Naranjo.
El padre incluso intentó suicidarse. Bebió insecticida y luego huyó. Los agentes lo localizaron a pocas cuadras del inmueble, retorciéndose del dolor. Un grupo de policías lo trasladó a un centro de salud, donde se recupera de las secuelas del veneno.