Édison Salazar, de 40 años, copiloto del ultraligero que cayó y explotó el domingo sobre el cerramiento de dos viviendas en Cuenca, murió a las 03:00 de ayer. La salud del piloto Édgar Serrano, 45 años, en cambio, sigue con pronóstico reservado.
Aún se desconocen las causas del trágico accidente aéreo. Pero ese día ambos sobrevolaban la ciudad en su acostumbrada práctica deportiva de fin de semana.
Salazar laboraba desde hace 20 años como controlador de tránsito aéreo en el Aeropuerto Mariscal Lamar, en Cuenca. Esta fue la segunda ciudad en donde Salazar se desempeñó dentro de la Dirección de Aviación Civil (DAC). Antes estuvo en Guayaquil.
Él nació en Ibarra y deja en la orfandad a tres hijas: de 18, 12 y 8 años de edad. Su muerte se produjo porque el 95% de su cuerpo tenía quemaduras de segundo y tercer grado. El cuello fue el más afectado y complicó las vías respiratorias, según los médicos.
Técnicos de la Junta de Investigación de Accidentes de la DAC analizarán las causas del percance. Lo que se conoce es que la nave bajó con el motor apagado.
Al parecer, arriba empezó a fallar y Serrano intentó aterrizar en una cancha deportiva, ubicada frente a las viviendas de Katty Andrade y Teresa Caldas, que fueron afectadas en la parte frontal.
Serrano es médico otorrinolaringólogo y los fines de semana acostumbraba pilotear su nave solo o en compañía.
Su hermano, Patricio Serrano, confirmó que el estado de salud es delicado. Tiene más del 40% de su cuerpo con quemaduras de segundo y tercer grado. Está sedado e inconsciente. En unos tres días se podrá conocer su evolución.
Ayer fue cremado el cuerpo de Salazar y se velaba en la Sala San Marcos. Hoy será el sepelio.