Me robaron en la calle Bolívar, en el centro de Ibarra, a pesar que cruzaba mucha gente por el sector. Recuerdo que fue a las 22:00.Circulaba en mi auto y me atacaron cuando me estacioné para atender una llamada telefónica.
Lamentablemente cuando apagué el carro se abrieron los seguros eléctricos de las puertas. Y en cuestión de segundo dos hombres ingresaron en el carro.
Solo le puedo decir que no eran ecuatorianos, porque tenían un dialecto extranjero. El uno se sentó junto a mi puesto y me apuntaba con un arma de fuego. El otro se sentó atrás y tenía un cuchillo. No pude hacer nada.
Estaba nervioso. Tenía miedo de que me hicieran daño. Ellos me quitaron el teléfono, una cadena de oro, mi cartera con dinero. En unos cinco minutos, perdí más de USD 1 000, todo por contestar una llamada telefónica.
No respetaron ni siquiera que no tengo movilidad en mis piernas. Creo que se sorprendieron al ver las palancas con las que manejo mi vehículo, usando las manos, pero igual me robaron.
Lo peor es que se llevaron las llaves del auto que tenía un seguro para bloquear el carro. Esa noche me tocó hacer de todo. Tuve que movilizarme en mi silla de ruedas para pedir ayuda. Me tocó alquilar una grúa para llevar mi vehículo a la casa. No puse resistencia, porque considero que esto pudo ser peor. Me pudieron matar.
Nunca puse la denuncia de este robo ni en la Fiscalía ni en la Policía. ¿Para qué? Minutos después llegó un patrullero y me dijo que yo tenía la culpa por haberme estacionado en ese lugar. Mejor me dio coraje. Creo que hay malos elementos, pero, no son todos. También hay gente rescatable en la institución. Lamentablemente los que llegaron para ayudarme no me dieron ni ánimos.
Considero que ahora todos estamos expuestos a la delincuencia. Nadie se salva de los ladrones. Ni siquiera las personas con discapacidades. Ahora creo que los ladrones se llevaron las llaves de mi vehículo pensando que les podía seguir. No encuentro otra razón.
Pero ese no fue el único susto que tuve. También fui víctima de un intento de robo recientemente aquí en Ibarra. Yo estaba manejando el carro. Me paré porque el semáforo cambió a rojo. De pronto un sujeto se acercó apuntándome con una pistola. Era de noche.
Yo salía de una evento cultural. Instintivamente aceleré. Cuando uno es víctima de un robo se queda atemorizado. Piensa que le puede pasar lo peor. Inconscientemente preferí chocarme a que me asalten. El tipo enojado por mi reacción golpeó la puerta trasera derecha de mi auto. Me hundió la lata con su pistola. Afortunadamente no venía otro vehículo.