El combate de Jambelí dejó una huella en los familiares de héroes

El cañonero Abdón Calderón permanece en el parque de la Armada, ubicado en el centro de Guayaquil. Foto: Enrique Pesantes / EL COMERCIO

Es viernes y sobre la cubierta del cañonero Abdón Calderón camina el capitán de Corbeta Víctor Castro López.

Vestido con el tradicional uniforme blanco de la Marina y con los zapatos relucientes recorre las instalaciones del buque que protagonizó la mayor gesta heroica de la historia de la Armada: la Batalla de Jambelí.

El oficial, quien lleva 20 años en la institución, se detiene junto al único cañón que está en la popa de la nave. Lo mira fijamente y cuenta que desde allí se lanzó uno de los cuatro tiros que impactó al destructor peruano, Almirante Villar, en la guerra de 1941.

Castro conoce cada detalle de ese conflicto bélico, pues su abuelo materno fue parte de la tripulación que se enfrentó a las tropas enemigas en el canal de Jambelí, en El Oro.

Su nombre era Julio López y ostentaba el rango de Cabo Primero.

El capitán de corbeta Víctor Castro López recordó el viernes las acciones heroicas de su abuelo Julio López. Él combatió en Jambelí. Foto: Enrique Pesantes / EL COMERCIO

Los reportes navales lo señalan como uno de los apuntadores del cañón de popa, pero para su nieto él también fue su inspiración y ejemplo a seguir.

Recuerda que cuando era niño su madre lo llevaba cada fin de semana a la casa de su abuelo. Allí escuchaba la historia de cómo un grupo de 60 navales se enfrentó a una flota enemiga de más de 160 hombres.

“El buque peruano era un monstruo. No tenía comparación con el cañonero Calderón. Literalmente era una batalla entre David contra Goliat”, relata el oficial a este Diario.

Esta última frase también la llevan en su memoria las hermanas Patricia y Rebeca Morán. Ellas son las dos últimas hijas de Rafael Morán Valverde. Él es conocido como el gran comandante que lideró el combate de Jambelí a bordo del cañonero Calderón.

Ellas guardan el retrato de su padre en medio de la sala. En la imagen se lo observa con el uniforme de la Armada. Patricia lo recuerda como un hombre cariñoso que cuando llegaba de alta mar les traía dulces y bombones. A sus 10 años de edad tuvo que enfrentar la muerte de su padre.

El comandante falleció a los 54 años durante una intervención quirúrgica en Guayaquil. A pesar de su pronto deceso, su familia ha sido testigo del reconocimiento que ha tenido su padre por su participación en Jambelí, la cual ha sido recogida en libros, reseñas históricas, revistas y diarios.

Patricia (i) y Rebeca Morán Cañarte son hijas del comandante Rafael Morán Valverde. Él lideró el cañonero Calderón en la guerra de 1941. Foto: Enrique Pesantes / EL COMERCIO

En esos relatos ella conoció que fue su padre quien dio la orden de encarar al destructor peruano. El cañonero Calderón esquivó al menos 60 disparos de la nave enemiga y lo obligó a replegarse hasta salir de aguas ecuatorianas. Eso le llena de orgullo.

Según los reportes históricos, el enfrentamiento duró unos 25 minutos y fue Morán Valverde quien informó a las 11:30 del 25 julio de 1941 que: “el enemigo rompió fuego con un cañón de proa. Al verse el fogonazo del primer disparo ordenó repeler el ataque con un nutrido fuego de nuestra artillería”. La fecha de esa hazaña quedó inmortalizada como el Día de la Armada del Ecuador.

En su octogésimo aniversario, la institución militar tiene planificado rendir hoy honores a sus héroes en el mausoleo de la Armada, en el camposanto Parques de la Paz de Guayaquil.

Allí están sepultados los restos de al menos 10 combatientes de Jambelí. En esa lista están Morán Valverde, y Víctor Naranjo Fiallo.

Este último es recordado por comandar al buque Aviso Atahualpa. Un día antes del combate en Jambelí, esa embarcación logró repeler la invasión de dos aviones peruanos. El combate se originó en El Oro. Hoy, Naranjo es admirado por los nuevos comandantes de la Marina. Uno de ellos es el Almirante Jhon Merlo, máximo jefe naval de Guayaquil.

El miércoles contó cómo la lucha de los héroes de Jambelí evitó que los peruanos se tomaran los puertos de El Oro y de Guayaquil. “Este hecho inmortaliza a la Armada. A raíz de esto, el país se da cuenta de la importancia que tiene el tener unidades navales con capacidades de armamento capaces de custodiar nuestros recursos en el mar”, indicó Merlo.

Es por esa razón que en 1960 toda la tripulación del cañonero Calderón y del buque Aviso Atahualpa fue condecorada como héroes nacionales por el Congreso del país.

Además, se le otorgó la máxima condecoración que un marino puede recibir: la Cruz de Guerra.

Esta insignia jamás se ha vuelto a entregar en la Fuerza Naval.

Las familias de los excombatientes guardan estas medallas en sitios seguros de sus viviendas. La Armada ha confirmado que actualmente no hay héroes sobrevivientes.

Uno de los últimos en fallecer fue Armando Baco. Él murió en 2015 a los 95 años. Tenía el grado de conscripto cuando combatió en Jambelí.

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