Técnicos de la Secretaría de Drogas destruyeron 7,4 toneladas de cloruro de calcio y 2,9 de ácido sulfúrico, en marzo. Foto: Cortesía Secretaría Técnica de Drogas
Entre los sacos de yute se ocultaban 400 fundas de cloruro de calcio, una sustancia que emplean las mafias del narcotráfico para secar la hoja de coca y extraer el alcaloide.
La última semana de abril del 2018, Antinarcóticos de la Policía decomisó 10 toneladas de ese polvo blanquecino. La carga estaba en un camión que había partido de Zapotillo, cerca del Perú, y se dirigía hacia Carchi.
Esta confiscación fue la más grande registrada en este año. En su último reporte, la Policía indica que desde enero hasta el 26 de abril se han incautado de 30 toneladas de sustancias usadas para fabricar drogas.
Las cifras indican que las incautaciones de estos químicos han aumentado. Entre el 2013 y 2017 las incautaciones pasaron de 24,6 toneladas a 88,4. Únicamente el año pasado,la Policía decomisó más toneladas de insumos químicos que de cocaína.
Detrás del tráfico de estos insumos se encuentran organizaciones transnacionales que operan en Perú, Ecuador y Colombia, indican agentes.
“Los precursores químicos que hallamos en el país vienen de Perú y su destino son los laboratorios colombianos”, dicen los investigadores.
De hecho, la Dirección Antinarcóticos ha identificado 35 tipos de sustancias y señala que ninguna se fabrica en Ecuador. La Secretaría Técnica de Drogas realiza el control de las importaciones legales, ya que son catalogadas como sujetas a fiscalización.
Entre los químicos más comunes que se detectan en el país están el cloruro de calcio, el bicarbonato de sodio y la sosa cáustica (altamente tóxica), que sirve para extraer la pasta de coca. En ese listado consta el permanganato de potasio que se usa para obtener la base de cocaína; y el ácido sulfúrico, un líquido que separa la cocaína ‘pura’ de la pasta base.
En esta trasformación se emplean además acetonas y gasolina cuyo comercio no es restringido por las autoridades.
Para los investigadores, los precursores químicos que pasan por el país tienen como destino Colombia.
El último estudio de la Oficina de las Naciones Unidas para la Droga y el Delito (Unodc), publicado en julio del 2017, señala que en los últimos años los laboratorios que se encuentran en esa nación “tienden a ser más grandes”.
Actualmente, en territorio colombiano se han encontrado laboratorios con capacidad de procesar diariamente entre 500 y 1 000 kilos de clorhidrato de cocaína o basta pase.
La Unodc dice que esta tendencia está asociada a dos factores: el aumento de los cultivos de hoja de coca, que se ha disparado desde el 2016, sobre todo en la zona de Nariño que limita con el Ecuador.
El segundo elemento es “la generación de alianzas estratégicas con inversionistas extranjeros”. Desde el 2016, el Departamento de Estado de los EE.UU. ha advertido sobre la presencia de carteles mexicanos en Colombia y Ecuador.
La semana pasada, las Fuerzas Militares colombianas desmantelaron dos laboratorios en la región rural de Tumaco, fronteriza con Esmeraldas.
Cada uno de estos complejos tenía insumos y equipamiento valorados en USD 750 000.
En el Ecuador, el fenómeno de tráfico ilegal de químicos se evidenció a inicios de este año. El 26 de enero pasado, la Fiscalía procesó a la primera organización delictiva dedicada al tráfico de precursores.
En el expediente judicial constan facturas que determinan que los insumos fueron adquiridos en Perú. La investigación Génesis duró seis meses. Siete personas, entre transportistas, acopiadores, gente de seguridad y dos líderes de la red fueron arrestados en San Lorenzo (Esmeraldas).
Los agentes descubrieron que la estructura había suministrado 32 toneladas de químicos a un laboratorio de procesamiento de droga, hallado meses antes en ese cantón.
El recinto estaba ubicado en Campanita, dentro de una zona de manglares que limita con Tumaco, en Colombia.
En la operación para desarticular el laboratorio, el Ejército empleó lanchas y un helicóptero. Los militares dicen que ese sitio tenía capacidad para producir entre cinco y siete toneladas de cocaína cada 15 días. Se levantaba sobre una hectárea de terreno y poseía un área de cocina, dormitorios, un generador eléctrico oculto bajo tierra, entre su equipamiento.