Los CD estaban sobre un sillón marrón sucio y empolvado. Eran decenas de discos con videos y fotos de niñas desnudas. Junto a esos dispositivos se hallaron dos pequeños peluches de felpa con los que jugaban las menores. Y a pocos metros, en una mesa de madera, estaba una cámara casera de video.
Los investigadores, que hace dos semanas incursionaron en una casa en el valle de Los Chillos (afueras de Quito), dicen que esas son las evidencias que perfilan un posible hecho de pornografía infantil. Los detalles se conocen poco a poco y los investigadores saben que este caso reveló cómo desde Ecuador se proveía material ilegal a Latinoamérica y a “otros países del mundo”.
Pero el hecho se torna complejo, pues el detenido aparentemente usaba ‘varias cuentas’ en redes sociales y por Internet intercambia imágenes de niñas y adolescentes.
En otros hechos, los sospechosos manejan cuentas falsas de correo electrónico.
Desde el 2013 hasta la fecha, la Policía de niños (Dinapen) reportó cuatro casos de pornografía infantil en el país.
Ese año, a la Fiscalía llegaron otras 61 denuncias y el año pasado sumaron 74.
Por ejemplo, a fines del 2014, en Manabí fue detenido un hombre y quienes lo arrestaron dijeron que en su poder hallaron celulares, tabletas, computadoras, memorias y cámaras fotográficas con imágenes y videos de menores desnudos.
Las primeras investigaciones revelaron cómo el sospechoso se acercaba a los niños que ya conocía. Les daba premios y regalos para luego llevarlas a hoteles y mantener relaciones sexuales. Después las intimidaba y poco a poco las trasladaba a centros nocturnos para prostituirles.
En el caso de Los Chillos, las dos menores rescatadas están en un hogar de protección infantil en donde son atendidas por especialistas.
Por hoy, los agentes recopilan más evidencias, pues hay pistas de que el detenido operaba solo, aunque para distribuir las grabaciones usaba siete identidades distintas a través de su computador.
Esta forma de operar en la Red inquieta, a tal punto que hace siete días en Europa los policías dijeron que “los delitos informáticos alcanzaron el mismo nivel que el terrorismo como primera amenaza mundial para la sociedad”.
Uno de los ejemplo que se puso fue precisamente la circulación virtual de la pornografía en Internet. Un día antes de ese pronunciamiento, la red social Twitter también modificó sus reglas para prohibir el delito porno.
De hecho, este delito mutó por el desarrollo de la Red y apareció, por ejemplo, el ‘sexting’ o ‘prueba del amor’.
Este consiste en grabarse en video o hacerse fotos en la intimidad y subirlas a la Internet. Lo hacen porque su novio se lo pidió o como una demostración de amor y confianza hacia un amigo que solo conocen por las redes sociales. Otros también lo hacen obligados y es ahí cuando entran las mafias.
Jorge Vergara trabaja en el grupo antitrata de la Dirección Nacional de la Dinapen y afirma que en las bandas de pornografía infantil intervienen tres o más personas.
Las víctimas son captadas de distinta forma. Por ejemplo, en el caso de los menores de 2 a 10 años, los agresores generan confianza con juguetes o dulces, mientras que en los adolescentes utilizan las redes sociales para ofrecer a los chicos trabajos con un falso futuro en tareas como el modelaje”.
Una vez que realizan los videos, las bandas comercializan en páginas web y amenazan a las víctimas con matar a sus padres o familiares si denuncian la violación.
La Unodc, una oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, publicó un informe y asegura que “con la expansión de los dispositivos con Internet han aparecido nuevos delitos antes inexistentes”. Por ejemplo, la pornografía infantil “a la carta” en la que los “pedófilos determinan a los grupos criminales la edad, raza, sexo o el contenido de las imágenes (que desean ver)”. Otro “nuevo ataque” detectado es la emisión en directo de los abusos. Esta modalidad es más difícil de detectar y solo requiere de teléfonos y tabletas con grabación de video.
Esos hechos ahora también se investigan en el Ecuador y el caso de las dos menores del valle no serían las únicas. Los agentes rastrean otros casos.