Los cascos azules de la Policía, en uno de los vuelos realizados en un avión de FF.AA. Foto: Cortesía
Se mueven en pelotones. Van de casa en casa y despliegan ayuda humanitaria en las zonas que más asistencia necesitan en medio de la crisis desatada por el coronavirus. Son 52 cascos azules de la Policía ecuatoriana, que desde el 8 de abril pasado trabajan en zonas empobrecidas de Los Ríos y de Guayas, la provincia más golpeada a causa de la pandemia.
Es la primera vez que este cuerpo de paz, capacitado por Naciones Unidas, trabaja en un escenario real de emergencia.
Los cascos azules de la Policía iniciaron su formación dentro del país el 2017. Desde ese año, la instrucción la reciben en la denominada Unidad Escuela de Misiones de Paz (Uempe), del Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas.
Hasta antes de ese año, el personal que buscaba convertirse en agentes de paz debía viajar al extranjero, porque en el país la especialización estaba dirigida solo a militares.
En el 2016 hubo una excepción. Entonces, el mayor de Policía Jaime Salgado obtuvo los permisos para inscribirse y se convirtió en el primer policía casco azul graduado en Ecuador. Desde hace tres años se han abierto cursos y se han incorporado 110 agentes.
En esta emergencia, Salgado comanda a los dos grupos que están desplegados en Guayas y Los Ríos. Desde hoy, otros 35 agentes saldrán desde Quito y cumplirán tareas específicamente en Guayaquil.
Los grupos coordinan con las autoridades nacionales y locales antes de iniciar sus actividades. El objetivo es dar asistencia a los habitantes en condición de vulnerabilidad.
El sábado de la semana pasada, los equipos recorrieron Nueva Unida Sur, un sector de Milagro, en Guayas. Ahí se observó que en casas de caña o de ladrillo, que no superan los 30 metros cuadrados, habitaban hasta 10 miembros de una misma familia. Por medidas de bioseguridad, únicamente pueden llegar a los pórticos de las viviendas y desde allí escuchan las “gracias”, los “Dios les pague” de los pobladores.
El pasado miércoles, en cambio, el mayor Santiago Ordóñez dirigía a un subgrupo acantonado en Los Ríos para recorrer Playa de Vinces. Llovió todo el día. Su uniforme estaba pesado y la boina azul, con el sello de la ONU, empapada. El agua transformó los caminos de tierra en riachuelos lodosos.
Las gotas golpeaban los techos de zinc de casas de caña. En las puertas estaban mujeres con niños en brazos a la espera de un kit con alimentos.
En esos escenarios son formados. Quienes buscan ser parte de los cuerpos de paz de la ONU son capacitados en normativa internacional, derechos humanos y asistencia humanitaria. También son preparados física y emocionalmente para enfrentarse a situaciones de desastres extremos. Uno de los requisitos para pertenecer a este grupo es tener al menos un manejo intermedio en inglés ¿La razón? En la planificación constan misiones que deben ejecutarse en otros países.
Por ahora, entre las tareas de los cascos azules también está tener listas las fosas y los ataúdes en caso de ser necesario.
El comandante general de la Policía, Patricio Carrillo, advierte que la idea es evitar escenas como las vividas en Guayaquil en medio de una crisis provocada por el covid-19.
Viviana Tapia, una teniente que terminó su especialización en 2019, dice estar preparada para enfrentar cualquier contingencia. Ella buscó ser agente de paz para servir a la comunidad. Cuando hacía los últimos simulacros, antes de graduarse, no pensaba que su primera experiencia real sería en su propio país.
En los recorridos, el cabo Santiago Muela camina con un títere en su brazo. Él fue la primera persona que dio vida, hace 12 años, a Paquito, un muñeco que sirve a la Policía para acercarse a la comunidad. Él también se convirtió en un casco azul y ahora usa el títere para acercarse a los niños y hablar de la distancia social, de los peligros de no lavarse las manos, de lo que es el covid-19.
Uno de los instructores que tuvo fue el mayor de Policía Mario Cazco. Es uno de los pocos ecuatorianos que ha servido como instructor en misiones oficiales de la ONU en otras naciones. Era 2007 y en ese entonces no había capacitación en el país. Por eso tuvo que viajar a Moscú y tras un curso fue enviado a Timor Oriental, una pequeña república destruida tras la ocupación de Indonesia hasta 1999.
Cuando llegó al lugar, en ese mismo año, todavía vio calles destrozadas, edificios quemados y miradas de temor de los habitantes cuando veían a personas que portaban armas de fuego. Hoy los conocimientos adquiridos en todos estos años los aplica en la emergencia que enfrenta Ecuador y en la formación de jóvenes policías.