Carlos Flores, emergenciólogo (de pie), se contagió en junio. Dice que aún no ha logrado recuperarse totalmente. Foto: cortesía
Todo tipo de escaleras eran consideradas un desafío. Y la mínima actividad, como la rutina de limpieza de su auto, lo dejaba sin aliento. Alberto (nombre protegido) ha lidiado por casi ocho meses con la sensación de cansancio extremo que le dejó la infección por covid-19. Fue diagnosticado a inicios de abril, en el pico de contagios en Guayaquil.
Cuando la fiebre desapareció y recuperó el sentido del olfato, no todo regresó a la normalidad. El hombre de 79 años no ha podido subir a la terraza de su casa desde entonces ni ha logrado retomar sus caminatas diarias. El médico Jorge Luis Portes confirma que cerca del 40% de sus pacientes con coronavirus -atiende entre tres y cinco al día- presenta síntomas de fatiga crónica.
“Estos cuadros se asocian a los virus. Al parecer, en el caso del covid-19, hay una inflamación generalizada, incluso a nivel cerebral”.
Eso se explica por los síntomas asociados que ha detectado, como insomnio, depresión y ansiedad. La ausencia de un sueño reparador -agrega- produce fatiga, que se relaciona directamente con una afectación de tipo muscular.
Esta sensación dura 12 semanas o más. Pero en algunas personas puede extenderse por más tiempo y afectar su desempeño.
El internista Carlos Nieto, del Hospital Metropolitano de Quito, coincide con su colega y añade que las secuelas o ‘long’ covid dependen de tres factores: la carga viral, la sintomatología desarrollada y el tratamiento administrado.
Si un paciente no tiene partículas virales, las molestias son menores (asintomáticos o leves), igual las consecuencias. Si presentó un cuadro moderado o grave, los problemas futuros pueden ser intensos.
Además, si el contagiado no tomó medicamentos para combatir la infección hay secuelas. “Si al paciente no le administraron nada puede que en el interior de su cuerpo haya quedado algo, por lo que las molestias pueden aparecer posteriormente”.
Por ello es importante acudir al médico para una valoración desde el inicio hasta superar el contagio. Incluso los asintomáticos pueden confirmar sus cuadros con una prueba de anticuerpos, para sabe que tuvieron este coronavirus.
El chequeo es fundamental, porque también hay secuelas graves: tromboembolias, accidentes cerebrovasculares e infartos de miocardio.
En pacientes jóvenes también se registran estos casos. El emergenciólogo Carlos Flores, de 37 años, se infectó en junio y tuvo una enfermedad moderada, con malestar corporal, fallas pulmonares y pérdida de olfato y gusto.
Las dos últimas molestias se extendieron cinco meses (noviembre), luego de que su test diera negativo. “Hasta ahora siento que no he recuperado totalmente estos sentidos”.
El médico recuerda que sintió cansancio y fatiga extrema, sobre todo cuando caminaba distancias largas o subía las gradas. Su trabajo demanda mucho movimiento y agilidad y se agotaba rápidamente.
Lo mismo le ocurrió a Guido Mascialino, un psicólogo que se contagió de coronavirus en julio. Como los otros pacientes, la secuela más intensa que sintió fue la fatiga extrema.
Antes caminaba cerca de 40 minutos hasta llegar a su trabajo y hoy se le dificulta esa rutina. Lo mismo ocurría cuando subía las gradas. “Me recetaron terapias respiratorias y pasé una temporada al nivel del mar. Eso me ayudó, mejoró la capacidad de mis pulmones, pero sentí agotamiento hasta noviembre (cuatro meses)”.
Además, este docente universitario, de 45 años, experimentó una falta de concentración, mientras hacía sus actividades. Nieto señala que esto es usual. Son secuelas cerebrales. “La capacidad de razonamiento y de concentración bajan, luego de la infección”.
Él ha tenido casos de trabajadores que regresan a sus actividades y no pueden desempeñarse por más de cuatro horas (media jornada). “Están agotados física y mentalmente; se recomiendan terapias físicas y respiratorias”.
En otros países se han reportado secuelas. En el Hospital Mount Sinai, de Nueva York, se habilitó el Centro de Atención Post-Covid. Los más graves presentan dificultades en corazón, pulmones y riñones, reseñó The New York Times.