Juan Manuel Santos fue reelegido de forma consecutiva como Presidente de Colombia. Su antecesor, Álvaro Uribe, fue el primer beneficiario de la reforma constitucional que lo permitió. Ambos, ayer amigos, hoy irreconciliables rivales, aprovecharon la puerta que abrió la Constitución.
Pero una de las primeras tesis que exhibió el Presidente de Colombia que acaba de ser reelegido fue propiciar una reforma para impedir la reelección. Para compensar, se quiere prolongar el período.
Durante la dura campaña repleta de denuncias el expresiente Álvaro Uribe acusó al presidente-candidato de usar el aparato del Estado para hacer propaganda. Hace ocho años algunos de sus rivales criticaron de Uribe la utilización de esas mismas estratagemas.
Lo cierto es que un Presidente en funciones que se postula para la reelección tiene esa tentación y sucumbe a ella. Son jefes de Estado y emplean recursos para su seguridad, movilización, pero a veces se pasan de la raya. Otros lo hacen para apalancar a los candidatos de sus fuerzas políticas y sus aliados generando desequilibrios frente a las candidaturas rivales.
En el México del todopoderoso PRI, repetía el partido pero no el candidato.
En Chile se puede optar por la reelección pasando un período. Michelle Bachelet así llegó por segunda vez a la Moneda.
En Argentina Cristina Fernández de Kirchner buscó una reforma que le fue imposible por su desgaste político, para propiciar la reelección.
En Brasil el segundo período de Lula trajo desgaste y el escándalo del Mensalao. Dilma pende del hilo del Mundial y del desempeño de la ‘verde amarelha’ para una posible reelección en octubre.
En Venezuela y Bolivia con la reelección los caudillismos se aferraron. La reelección inmediata no es una buena idea, siempre es mejor la alternabilidad. Juan Manuel Santos ahora la quiere suprimir, claro, después de haber ganado valiéndose de ella.