Redacción Cultura
A principios del 2009, el pintor esmeraldeño Alberto Santoro pudo encontrar la solución pictórica a un asunto que le ocupaba desde hacía meses: la conexión simbólica entre la exuberancia de la naturaleza y la del cuerpo femenino.
Pintó dos ramas que dan la impresión de ser dos piernas de mujer, que siguen a un tronco hueco similar a un rostro y un busto femeninos. Entre las sugestivas ramas colocó una mariposa de alas abiertas, cuerpo dorado y alas carmín. La llamó con sencillez Mi mariposa.
Le gustó tanto que se dedicó durante más de un año a hacer metáforas eróticas de la naturaleza. Hasta ahora ha pintado cerca de 50 telas en técnica mixta. De esas escogió 39 para montar la muestra ‘Mandrágora’, que se exhibe en la Casa de la Cultura, hasta el 16. Le gusta experimentar con los volúmenes y las texturas con resina y, a veces, petróleo. El volumen es importante en esta colección.
Trabajando esas redondeces, en esa geografía del deseo, se dio cuenta de una verdad contundente: “El comportamiento sensual de la humanidad, esa compleja belleza que nos estimula, cuando es bella es esencialmente natural”.
Santoro sonríe cuando habla de lo que sus cuadros producen en la gente. Por ejemplo, un colega suyo, presidente de un Núcleo de la CCE, cuya ubicación prefiere omitir, le dijo que la muestra tenía dos méritos principales: el artístico, pero sobre todo el pedagógico.
Tuvo que cuidarse de no parecer demasiado explícito. En ese punto dice que lo ayudó su esposa. Su matrimonio funciona a la distancia, pues ella vive en Quito y él en Esmeraldas.
Cuando él la visitaba, le hacía observaciones puntuales sobre la posición de un personaje, sobre el uso de una gama o sobre un título.
A veces las escenas van un poco más allá y el pintor coloca un pequeño detalle que sugiere también un personaje masculino. En el cuadro Seducción 3 se ve un saltamontes encaramado sobre una rama que parece una mujer con las piernas extendidas y la cabeza echada hacia atrás. Santoro dice que se trata de un juego para encontrar “el aspecto espiritual de la unión carnal”. ‘Mandrágora’, el título de la muestra, es una alusión a una planta ficticia, famosa en la mitología griega por sus poderes extáticos y porque su forma recordaba al cuerpo de una mujer. “Es una bella metáfora de cómo la naturaleza, vestida de mujer, es capaz de hacernos vivir otros mundos”.
Rodrigo Villacís Molina, crítico de arte, destaca como mayor virtud de la exposición esa “posibilidad de transformar a la botánica en erotismo”. Los senos, las caderas, los talles, los brazos y las piernas son idealizaciones sensuales de “la potencia de la naturaleza en la que vive el artista”.
De profesión arquitecto, Santoro parece más bien un profesor de colegio. Lleva un traje un poco pasado de moda y una corbata terminada en un mínimo nudo. También lleva un portafolios negro, en el que guarda catálogos que generosamente ofrece a quienes se le acercan a preguntar sobre su obra. Hace dos años también ya expuso en la CCE.