Disculpa que no te trate, como antaño, de “amigo San Pedrito, dueño y señor de los grifos celestes”. La verdad es que te has portado mal en los últimos meses y eres uno de los culpables -por descuidado, veterano o plantilla- de los apagones que azotan no solo a nuestro querido Quito, sino al noble y sufrido pueblo ecuatoriano. Pues ¿qué pasó? Tienes que rendir cuentas. Esa es la verdad. No solo quedaste mal tú. Hiciste quedar mal a todo un Gobierno infallable e infalible y a un Ministro que confió en tus promesas y en tu puntería.
Ahora no solo contribuyes a la oscuridad. No, señor, tus enemigos afirman que también tienes parte de culpa en la sequía. Y talvez, santo mocarro, en el desempleo y en el alza de precios. Los únicos más culpables que tú, Santo, son –por supuesto- los gobiernos anteriores, que tienen su puesto bien ganado en la lista negra de nuestro Ecuador.
No solo te escribimos para acusarte. También para compartir contigo los recuerdos. Han pasado ya 50 años desde que los quiteños y sus infaltables amigazos -los chagras- salieron a las calles para festejar a Quito y entonar un albazo. Fue un homenaje a una ciudad linda y hospitalaria y a la música nacional, tan olvidada en las últimas décadas. ¿Cómo así nació la fiesta? Porque los quiteños vivían muy celosos de otras ciudades y provincias que se daban el gusto de unas sabrosas parrandas y no dejaban nada para la capital. Hasta los más modestos poblachos tenían sus festejos y la muy noble y muy leal San Francisco de Quito solo celebraba su cumpleaños con una sesión solemne y una parada militar. Fue cuando dijo “basta” y se lanzó a las serenatas y a los albazos.
Bien, San Pedro, ya tenemos nueva Reina. Una joven -María Caridad I- guapa e inteligente, por cierto. ¿Cómo la van a tratar? ¿Haciéndola trabajar en otras cosas, noche y día, como se acostumbró un tiempo, o brindándole un puesto de honor en la representación galana de la ciudad? Una reinita tiene mil oportunidades para brindar su aporte en mil actos que requieren de una presencia dulce y entusiasta. Cada personaje debe ocupar el puesto que merece. El que no se puede librar es el alcalde Augusto I, quien ya no es muy nuevo porque pasó la barrera de los 100 días. Él sí tiene para sudar grueso, enfrentando los problemas y cumpliendo las ofertas. Don Augusto así lo quiso. Sabía lo que le esperaba y se ofreció como voluntario. Tiene tarea para cuatro años. Suerte.
¿De política y el resto? Mejor ni hablar cuando ya viene una nueva y grandotota fiesta quiteña. Ya sabes que hay un Gran Jefe para cuatro años, pero esa es una historia para mil cartas. Por hoy, unas palabritas. Él y sus amigos tienen lista una ley para la prensa, con unas sanciones de confianza que van hasta las clausuras y que los chismosos califican de Ley Mordaza. Algún día te contaremos el resto.