En La Ronda aún falta mejorar la atención a los visitantes

Redacción Sociedad

El pasado jueves 25,  en la noche, María Elisa Romero y Francisco Rojas acudieron al Chaquiñán, un café bar en la tradicional calle de La Ronda, en el centro de Quito.
Víctor Pacha, administrador del lugar, los recibió con un cálido “bienvenidos”. Tras ocho minutos la orden de dos tazas de chocolate caliente con quimbolitos fue servida. “La cordialidad es nuestra carta para atraer clientes”, dice Pacha.  A Rojas le gusta el ambiente familiar, pues esto le sirve para disipar el estrés laboral.

El catastro
 Hasta 2009 estaban  catastrados cinco locales de artesanías, 21 cafeterías, 10 restaurantes, seis galerías de arte, cinco instituciones sociales y culturales, seis sitios de oficios, tres hostales y siete locales de varios.
No existe un punto  de recepción de quejas. Se puede acudir  al presidente del Comité de La Ronda, José Rodríguez, o llamar al celular 09 903 3084.

Todos los turistas que pasan por el bar La Leyenda escuchan a Diego Rosales, quien en menos de dos minutos cuenta la historia de La Ronda. “Es un término español que se le atribuía al límite de la ciudad. Aquí los rondadores hacían la guardia nocturna”. Para Rosales, se debe tener carisma con los visitantes.

Los dueños aplican diferentes estrategias para ganar clientela, a casi tres años de que el Fonsal (Fondo de Salvamento del Municipio) inaugurara la renovada  calle. Pero aún faltan aspectos por mejorar. La falta de capacitación es una de las cuatro necesidades detectadas en el levantamiento de información que realizó la empresa Metropolitana Quito Turismo, en septiembre de 2009. Las otras tres son la fijación técnica de precios, manejo de idiomas y sensibilización turística.  

Víctor Perugachi, propietario del bar Gimoteos, reconoce que necesitan formarse técnicamente en temas como atención al cliente y manejo de alimentos.

La Ronda fue una calle residencial y desde  2007, en que fue  restaurada, los residentes se convirtieron en empresarios turísticos.
Perugachi combina su profesión de ingeniero en informática con su negocio. “Me tocó aprender, pero necesitamos más”.

La fijación de precios es otro problema. Según Doris Peñaherrera, jefa de Desarrollo Turístico de la empresa, los propietarios no  establecen los costos con base  en un criterio técnico de inversión y utilidad. Esta situación se constata solo en la venta de canelazos. En la cafetería Chulla Quiteño un vaso cuesta 50 centavos y en el Chaquiñán,  1 dólar.

Patricia Lozada, del restaurante Leña Quiteña, indica que hace falta controlar la infraestructura, el uso del espacio público y el sonido. Al recorrer la calle los sonidos mezclados de guitarras, acordeones y equipos que tocan al mismo tiempo invaden los oídos de los transeúntes. A quienes están de paso, como Catalina Ramos, no causa molestia. Es la tercera vez que visita La Ronda y el jueves la acompañó una amiga de Colombia. Pero a Lozada, que escucha el ruido desde las 20:00 hasta la 01:00,  le incomoda. 

El Fonsal  impulsa una ordenanza específica para regular estos puntos en  La Ronda. El manejo de diferentes idiomas es otra carencia, Lozada, Perugachi y Rosales  indican  que se ingenian para atender a extranjeros o se confía en el guía. Peñaherrera señala que aún falta sensibilización turística, pues  La Ronda fue y es un lugar residencial. El promedio de edad de los propietarios de las casas y locales está entre los 45 y 50 años. “Estas personas deben estar conscientes de los beneficios, desventajas y  cambios que implica el desarrollar una actividad turística”.

Quito Turismo  prevé elaborar este año  un plan integral de negocios y desarrollo turístico.

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