Al pedir una investigación, el presidente Rafael Correa hizo lo mínimo que se espera de un mandatario sobre cuyo hermano pesa la duda de haber sacado provecho de su cercanía con el poder. Más allá de la posible ilegalidad de sus contratos con el Estado, es obvio el problema ético, pues es difícil imaginar que un empresario cualquiera se haya beneficiado ‘solamente’ con el 25% de los contratos por los cuales concursó, como admite el hermano Fabricio.
El caso es tan claro, que Rafael Correa lo resume bien: si él hubiera sido Fabricio, no habría puesto al Presidente en una dificultad de esa naturaleza. Pero Fabricio no se da por aludido y, más bien, ve la cosa como un juego del gato y el ratón en el cual entrará cuando llegue el momento oportuno, ya sea demandando al Estado o soltando ‘bombas’, como la que ofreció el viernes pero que al final no lanzó para no opacar el anuncio presidencial.
Para el empresario se trata, como en un baile o en un espectáculo, de ir soltando los ases a su tiempo, como lo declaró a El Universo tras escuchar la decisión de su hermano. Antes, ya había hecho el comentario irónico de que él es empresario desde hace 25 años y no tiene por qué renunciar a su condición, y que si alguien tiene que renunciar es su hermano. Ahí se prefigura un escenario que mostrará la hechura del entorno presidencial.
Pero fuera de esta disputa de difícil pronóstico, es llamativo que el Presidente quiera vender un acto que era su obligación casi como una inmolación, cuando incluso muchas voces al interior de su movimiento le habían exigido, como es el caso de la directiva de Alianza País de Pichincha, que aclarara los negocios de su hermano en nombre de la ética.
Pero más llamativo aún es el recrudecimiento de sus ataques a la prensa, a la cual no solo mete en un solo saco -lo que, para usar sus términos, es una verdad ‘selectiva’- sino que también quiere dictar cátedra. Lo único nuevo que mostró en su cadena de ayer es mayor refinamiento y saña, aunque con argumentos
repetitivos, contra algunos periodistas y medios.
Vale la pena recordarle que si bien durante unos debates en los que no se tuvo en cuenta otra opinión que no fuera la gubernamental, la Asamblea Nacional aprobó que la información debe cumplir algunos calificativos, lo cual abre espacio para la subjetividad, también consagró el respeto irrestricto a la libertad de expresión.
Si quiere hacer bien su papel, el Presidente debe sacar realmente a su hermano de la contratación pública. Y en cuanto a los medios, debe darles acceso a la información, para que puedan investigar, por ejemplo, la multimillonaria inversión pública en estos dos años. Así se ahorraría mucho tiempo que ahora ocupa en su vana pretensión de dictar su verdad. Y de paso garantizaría el derecho de opinar y pensar desde otras ópticas que no sean las del poder.