El robo de autos registró una disminución en los tres primeros meses de 2016, en comparación con el mismo período de 2015, de acuerdo a autoridades policiales y al ministro del Interior, José Serrano.
La problemática de la pérdida de autos acarrea una serie de consecuencias no solamente económicas sino también emocionales.
Francisco Cajas, quién tiene un negocio en el norte de Quito, comentó que su vehículo fue desvalijado en el 2010. A raíz del hecho, sus deudas aumentaron, especialmente porque el auto lo había adquirido apenas un día antes.
También un malestar que padecía de hernias discales se vio afectado, porque una vez perdido su carro tuvo que transportarse en buses.
Una vez perpetrado el robo aumentó el estrés de Cajas, especialmente por la respuesta que le dio la Policía. Un agente le dijo que una vez puesta la denuncia no se podía hacer nada más.
Un caso similar ocurrió con otra persona, quien pide que solo lo llamen Miguel. Él contó que fue víctima de un atraco. Debido a su trabajo de taxista, realizó una carrera a una chica, sin embargo al dejarla en su destino, tres personas irrumpieron en el vehículo, lo amarraron con cinta de embalaje, luego lo abandonaron cerca del camal, en el sur de Quito y le sustrajeron su taxi. Miguel intentó recuperar su taxi, pero le fue imposible dar con su paradero.
Psicológicamente se vio perjudicado. Dice que la situación actual es dura y que desde el asalto trabaja con zozobra. Sus hijos les ha recomendado estar alerta en las calles, inclusive a uno de ellos tiene que irlo a ver en la noche luego que termina sus estudios de la Universidad.
Cristian Piedra también perdió su auto luego de salir de una reunión de trabajo. Esto ocurrió el 27 de enero de 2016, cuando perdió alrededor de USD 30 000.
Piedra cuenta que le ha sido difícil superar este problema, pues hasta ahora arrastra deudas.