Redacción Siete Días
Cuando alguien habla del restaurante Baalbek, siempre resalta el nombre de Roberto Hayek, el dueño del lugar.
“A Líbano yo he ido como turista. Ahí fui a Baalbek, un lugar tan lindo que no tengo palabras…”. Y aparece siempre como Roberto, ni siquiera como el señor Hayek. Pareciera que los clientes del restaurante ubicado en la avenida 6 de Diciembre y Wilson fueran amigos del dueño.
Así parece. Porque cuando alguien cruza la puerta del Baalbek se va a encontrar con la sonrisa enorme de Roberto Hayek quien, extrovertido como pocos, saluda al recién llegado como si fuese su amigo de años. Y algunos, ciertamente, ya lo son.
Ya dentro del restaurante, Hayek es una suerte de guía en medio de la carta de platillos libaneses. La promesa del restaurante es un viaje al Oriente Medio a través de su cocina, y el dueño del local explica, con una paciencia y claridad digna de un buen guía de turismo, cuál es la composición de cada plato, recomienda las porciones y hasta pone freno cuando algún cliente quiere ordenar más de lo que puede consumir.
“Mi esposa, Lupe, aprendió de mi madre, Salma de Hayek, a cocinar la comida libanesa”.Su fama también llegó a las redes sociales. Sus hijos hicieron una página del restaurante en Facebook y no son pocos quienes, en los comentarios de esa página, hablan de Roberto -así, a secas- con cariño y cordialidad.
El pan pita circula por las mesas como el hommus (algo así como un puré de garbanzos) y el babaganush (otro tipo de puré, pero hecho con berenjena). El yogur -a veces mezclado con ajo-, el aceite de oliva, el trigo, las hojas de parra, los piñones y las almendras están entre los ingredientes más utilizados en la cocina de este lugar.
Hayek explica la forma de cocción, a veces hasta trata de describir los sabores y entusiasma a los clientes a probar cosas nuevas. Él es el mejor vendedor de las cosas que se hacen en su cocina. Luego, tampoco deja que la gente se vaya sin hacerle probar un dulce.
En el mostrador siempre hay baklava (con masa filo, nueces y miel de agua de azahares), mamul (sémola y nueces), tamer (sémola y dátiles), graive (mantequilla) y otras delicias.
Baalbek es otra de las ideas intempestivas -pero afortunadas- que Hayek acostumbra a tener. Cuando era adolescente, recién graduado del San Gabriel, decidió no seguir estudiando y le dijo a su padre, José, que quería empezar a trabajar. Él, quien era de Beirut, le dio trabajo en el almacén de telas. Unos meses después empezó a vender productos para bebé en farmacias y bazares. Poco después, pasó a ser visitador médico, un oficio que le duró 20 años.
Pero entre consultorio y consultorio, se planteaba tener un negocio propio. Hasta que un día supo que un médico arrendaba un terreno en la Amazonas y Colón. Sin pensarlo mucho, le dio el cheque con el valor del alquiler y llegó a la casa a decirle a su esposa que era hora de tener un negocio.
¿Cuál negocio? Eso surgió después, cuando fue al Banco de Fomento a preguntar por los préstamos disponibles. Obtuvo un préstamos para panadería y luego buscó un panadero. Pasó años, luego se mudó al terreno donde hoy está el restaurante, porque importó una gran maquinaria para hacer pan y, cuando el negocio estaba hecho, se dio cuenta de que no entraría en su local. La panadería se acabó cuando por la construcción de la Ecovía se cerró la Seis de Diciembre. Y ahí nació la idea del Baalbek.
Cada mañana, Hayek sale de compras para tener listos los ingredientes. Al mediodía comienza el movimiento en el restaurante y desde hace poco, los jueves, viernes y sábado también se abre en las noches. El menor de sus hijos, Esteban, dice que su padre es el alma de la fiesta. “El restaurante son mi papá y mi mamá. Mi papá acá afuera, atendiendo a la gente, bromeando… Mi mamá, adentro, cuidando cada detalle ”.
Esteban Hayek, quien hace poco diseñó la decoración del local cuando lo ampliaron, recuerda sus tiempos de colegio, cuando llegaba en la tarde al restaurante pequeñito, con cuatro mesas.
Hoy, 11 años después de esos recuerdos, el lugar puede acoger a 70 comensales. Sus hermanos, José -quien estudia Gastronomía-, Lulú y Sandy también son parte del equipo Hayek.
Es que el Baalbek es un verdadero restaurante familiar: entre semana, es posible encontrar a la familia completa. Unos en la cocina, otros en el salón, todos trabajando.
Esto comenzó varias décadas atrás, cuando doña Lupe Rodas, recién casada y queriendo complacer a su querido Roberto, aprendió de la mano de su suegra, Salma de Hayek el repertorio de los platos que hoy se muestran en la carta del restaurante.
Claro que no todo está en blanco y negro. La mayor parte del tiempo, Roberto Hayek sorprende a los clientes ofreciendo un plato que su querida esposa ha preparado solo por ese día.