Rituales de santería cubana, más frecuentes en Quito

María Amaguaya trabaja 30 años vendiendo animales en el Mercado de San Roque. Ahora comercializa palomas a cubanos como Arturo Labrado, quien luce una gorra roja. Foto: Paúl Rivas/ EL COMERCIO

María Amaguaya trabaja 30 años vendiendo animales en el Mercado de San Roque. Ahora comercializa palomas a cubanos como Arturo Labrado, quien luce una gorra roja. Foto: Paúl Rivas/ EL COMERCIO

María Amaguaya trabaja 30 años vendiendo animales en el Mercado de San Roque. Ahora comercializa palomas a cubanos como Arturo Labrado, quien luce una gorra roja. Foto: Paúl Rivas/ EL COMERCIO

No sabe de santería ni de religiones caribeñas. Tampoco de rituales de purificación ni de sanaciones, pero asegura que desde que los cubanos se volvieron sus clientes, su negocio mejoró.

Sentada en medio de patos, gallinas, conejos, cuyes, gansos y hasta gatos, María Amaguaya, de 67 años, admite ser una de las proveedoras de palomas con las que los cubanos hacen limpias. Mientras los coterráneos compran cuyes, los cubanos prefieren aves.

Ella y su hija tienen un puesto en el Mercado de San Roque y asegura que, todos los días, los cubanos la visitan para llevarse entre 5 y 10 palomas. Antes vendía un par a la semana. Junta sus manos en el pecho y agradece a los santos por permitirle vender cinco veces más palomas que antes.

Estas aves son traídas desde Ambato. Las compra a
USD 1,50 y las vende a USD 2,50, dependiendo del tamaño. Los cubanos llegan a toda hora, desde las 07:00 cuando empieza a atender, hasta las 17:00, cuando cierra y regresa a su casa en El Paraíso, en el sur, donde vive sola desde que enviudó hace cinco años.

Antes de la llegada de los cubanos la venta de palomas era escasa, excepto para uno que otro matrimonio o para la inauguración de juegos deportivos. Hoy hacen falta. Enma Flores, de 41 años, también vendedora del mercado, pasó de entregar una o dos a la semana, a vender 40 al mes.

Mientras Enma revisa una de las jaulas, dos clientes llegan donde su vecina. Cruzan un par de palabras y reciben una caja con quién sabe cuántos animales. Pagan y se marchan. Uno de los compradores se llama Arturo Labrado. Es cubano. Muestra poco interés en hablar. El otro no dice ni su nombre, solo quiere salir. Arturo advierte que es un ritual secreto y que quien hable de esto, sin autorización, puede ser castigado.

La utilización de palomas en rituales religiosos que realizan los cubanos en Quito es de esas prácticas que, por dogma, deben permanecer ocultas. Como es un ritual secreto y lo desconocido provoca temor, para la gente que sabe de esto, como las vendedoras de San Roque, es mejor no opinar.

Las seis caseras, que venden animales vivos en San Roque, aseguran que desde hace un par de años la venta de palomas se ha multiplicado. No hay una cifra oficial que registre el número de animales vendidos, pero todas coinciden en que es un buen negocio.

Cubanos en la ciudad

En el bus, en el centro comercial, en las discotecas y otros sitios la presencia de personas que viajaron de Cuba a Quito en busca de algo mejor es evidente. Según el INEC, del 2010 al 2014, ingresaron al país 132 688 cubanos, y salieron 112 782. Es decir, se quedaron en estas tierras 19 906. En 2016 la cifra es mayor. Según datos oficiales, en el Ecuador viven unos 56 000 cubanos: 40 000 de manera regular y 16 000 sin residencia.

En las calles de sectores como la Florida o El Tejar, donde los cubanos se enraizaron, el tema de la santería no se conversa en la esquina o en la tienda del barrio. Para sus practicantes cubanos el ritual es sagrado y no lo divulgan.

Arturo Labrado, con su acento habanero, admite que hacer limpias con palomas forma parte de la cultura afrocubana, asentada en la religión yoruba, mejor conocida como santería. Creen en Dios y son católicos, pero heredaron de los ancestros afros la creencia de que es posible tener un progreso espiritual, limpiar la mala suerte y el karma, con ceremonias donde palomas, pollos y gallos son piezas claves.

No quiere hablar más, pero resuelve un par de dudas extras: sí, esos rituales se realizan con frecuencia en casas de Quito, a veces con la presencia de un sacerdote. Sí, muchas veces se mata al animal. “No puedo decirle más”. La voz de Arturo es concluyente. Se dirige al área de frutas y compra un par de cocos y se pierde entre la muchedumbre. Los cocos también son pieza fundamental en la santería. Sirven para diagnosticar las dolencias del creyente.

En los alrededores del Centro Comercial El Tejar, donde escuchar el acento cubano ya es parte de la cotidianidad, el tema también es un tabú. Todos admiten que las limpias se realizan, que son efectivas y que les ayudan a soportar la lejanía de su patria.

La santería cubana tiene tres ramificaciones: los yorubas, los paleros y los espiritistas. La más común es la yoruba, cuya máxima autoridad es el babalao: sanador y maestro. En Quito, no hay babalaos, pero sí hijos de babalaos, que dirigen las ceremonias.

Luego de asegurarse de que su nombre no será revelado, un cubano mulato, de hombros anchos y cabeza rapada, que participa en estos ritos, se anima a hablar y revela parte de la ceremonia. A diferencia de otras religiones, dice, es un ritual individual en el que se usan hierbas y dependiendo de la dolencia de la persona se pasa el ave por el cuerpo, mientras esta aletea. Ella absorbe la dolencia del humano. Dependiendo del estado del ave se sabrá qué hacer. A veces, se la deberá conservar un par de días en casa, otras se le deberá arrancar algunas plumas, y en otras se la debe sacrificar.

El cubano de gran contextura dice que la sangre tiene gran protagonismo en los rituales. Bañarse en sangre de gallo, por ejemplo, significa fuerza. Dice que en Quito se tiene la idea de abrir un cabildo yoruba, que es un organismo que agrupa a los practicantes de esta religión. Solo esperan tener autorización en La Habana.

Antes de marcharse, suelta un comentario. El ritual de las palomas es similar al de las limpias andinas con cuyes. Al final, reflexiona: “somos muy parecidos”.

‘Es parte del sincretismo actual’, Alodía Borja, investigadora y estudiosa de la cultura afro

Estos conocimientos ancestrales no son peligros para la sociedad, sino una muestra de la diversidad y la riqueza cultural. Son parte de la sociedad actual y no podemos rechazarlas. Es parte del sincretismo y hoy forman parte de Quito y debemos aprender a convivir en armonía con ello. No se debe estigmatizar a los extranjeros por sus santerías. Así como los católicos le rezan a los santos o a las vírgenes, los cubanos hacen algo parecido solo que a deidades espirituales con otros nombres. No se trata de brujería. La santería ha dado fuerza al pueblo afro para sostener el maltrato histórico del que ha sido víctima.