Por 45 minutos parte de la ciudad se paralizó. Fue como si los autos y casas que rodean la Mariscal Sucre y Mariana de Jesús desaparecieran y de repente hubiésemos retrocedido 1500 años.
A las 10:30 de este 25 de octubre, se llevó a cabo la recreación de un ritual funerario indígena en el Parque Arqueológico Rumipamba. En medio de matorrales se levantaron tres chozas y nueve indígenas vestidos con túnicas celebraron un entierro.
El ritual en un funeral indígena. Foto: Patricio Terán / EL COMERCIO
Si no hubiese sido por los cerca de 300 visitantes que rodeaban el lugar y hacían fotos con sus celulares, seguro la imagen se confundía con una escena de allá por los años 500. Cada detalle se basó en investigaciones sobre las culturas que se asentaron en esa zona: el vestuario exacto, los implementos, las costumbres.
El ritual empezó cuando los familiares cargaban el cuerpo del fallecido en posición fetal envuelto en telas y recorrían los senderos mientras cantaban. Llegaron a la zona de las chozas y allí cavaron un hueco redondo poco profundo, de unos 60 cm, y depositaron allí el cadáver. En ese entonces no había cementerios, los cuerpos eran depositados cerca de sus hogares.
El hombre más anciano del grupo dijo unas palabras y cada uno de los participantes se aproximó a la fosa y después de pronunciar unas palabras arrojó un puñado de tierra.
Luego, dos hombres arrodillados empujaban la tierra suelta a los costados hasta cubrir el hueco. Todo eso sin que las mujeres dejaran de entonar un doloroso cántico.
En medio del silencio, uno de los hombres tomó dos vasijas de barro y las estrelló una contra la otra sobre la tumba.
Los miembros formaron un círculo alrededor del lugar y una anciana tomó un bulto en sus manos. Retiró unas mantas y empezó a repartir maíz, papas y chicha. Primero sirvió un plato y lo colocó sobre la fosa.
Al finalizar el rito, Bernarda Icaza, del Instituto Metropolitano de Patrimonio, explicó la importancia de este tipo de celebraciones antiguas. Dijo que el objetivo es recuperar y fortalecer la identidad y la memoria.
Pidió un aplauso para el grupo de actores y solo entonces algunos presentes se percataron que todo fue parte de un guión. Alejandra Brito, quien presenció el acto junto a su hija de 10 años, dijo haber estado convencida de que se trataba de indígenas de alguna comunidad.
El grupo actoral viene trabajando dos años en ese tipo de obras.