La Plaza Foch es un epicentro de la vida nocturna de La Mariscal. La gráfica fue captada la noche del jueves 25. Foto: Marcelino Rossi / EL COMERCIO
La plazoleta Lídice, la calle Campos Elíseos y la avenida del Ejército son parte de la historia del centenario sector de la Mariscal, en el centro-norte de Quito. Estos sitios seguramente se los ha recorrido, pero con sus nombres en la actualidad.
Durante este año, las familias y turistas podrán adentrarse en este sector, que en mayo próximo cumplirá 101 años, y conocer mucho más de su historia.
Sabrán, por ejemplo, que el nombre de plaza de El Quinde (que casi nadie usa), o la popular plaza Foch son nuevos. En 1943, en ese lugar había un monumento en honor a la resistencia antinazi y a las víctimas de una masacre del ejército de Adolfo Hitler en contra de la ciudad checa de Lídice, en la Segunda Guerra Mundial.
Al llegar al Patio de Comedias, su directora, Juana Guarderas, les contará que lo que hoy se conoce como calle 18 de Septiembre, antes se llamaba avenida Campos Elíseos.
Esta casa no siempre tuvo un teatro. En el sitio donde en 1980 se construyó uno, antes había una bodega de productos agrícolas. Alguna vez, la casa construida en 1924 y que perteneció a José Ignacio Albuja, el abuelo materno de Guarderas, fue la sede social de una federación de médicos y hasta funcionó un banco. Los pisos superiores también han sido la residencia de la familia, desde 1976.
Ahora, parte de la casa que conserva escaleras y pisos de madera y tiene un patio trasero que la separa del teatro, es una de las paradas de la Ruta de la Palabra. Junto a otras cinco, forma parte de los atractivos que la Administración Especial Turística La Mariscal y Quito Turismo eligieron para mostrar la riqueza histórica y cultural de La Zona, como es conocido el extenso sector de La Mariscal.
La ruta de los Palacios, por ejemplo, ofrece visitas al palacete Mena del Hierro, la plazoleta Santa Clara de San Millán, el parque Julio Andrade, el palacio de Najas (donde funciona el Ministerio de Relaciones Exteriores) y La Circasiana.
Ubicada en la Colón y 10 de Agosto, la Circasiana fue construida entre 1890 y 1898 por el arquitecto alemán Francisco Schmidt, a pedido de Manuel Jijón Larrea y su esposa, Dolores Caamaño y Alameda.
Aunque desde los noventa allí funciona el Instituto Nacional de Patrimonio Cultural, en sus inicios fue la quinta de la familia. Tiempo después del fallecimiento de Manuel, su hijo Jacinto Jijón y Caamaño, convirtió a la lujosa casa de estilo neoclásico en la residencia principal suya, de su esposa María Luisa Flores y de su hijo.
Junto a la casa se levantó una biblioteca, que era el rincón favorito de Jacinto Jijón. Para llegar a ella, el primer alcalde de Quito por votación directa, bajaba por unas gradas hacia un túnel frío y oscuro que conecta la casa con la biblioteca que tiene 100 años de antigüedad.
Para inscribirse en las rutas, hay que contactarse con la Administración La Mariscal (ver teléfono en el mapa) y reservar cupos. Este año, los recorridos serán gratuitos y cada circuito está diseñado para hacerlo a pie, explica Sebastián Almeida Dillon, de Quito Turismo.
En la Ruta de la Creatividad está la Casa Útero, un centro cultural que acoge a todo tipo de arte en una casa de estilo neocolonial, en la Reina Victoria y Carrión. Las artes circenses, la pintura, la danza, el diseño, la música, el video y otras expresiones se alojan en este sitio en donde antes funcionó un colegio y un instituto de cursos preuniversitarios. La idea es revalorizar esta casa patrimonial para vincularla con la cultura de hoy y quitarle a La Mariscal la imagen de un sitio de fiesta con focos de inseguridad.
Diego Salazar, coordinador de Desarrollo Turístico, explica que los tours ideales son de lunes a viernes en la mañana o en la tarde, porque en esos días están abiertos los dormitorios, comedores y salones de sitios como La Circasiana o el Palacio de Najas, ahora convertidos en oficinas. En fin de semana se puede conocer la historia de esos sitios desde afuera.
En la Ruta del Arte y Judería, brilla la hermosa calle Juan Rodríguez, adornada por un arco de los patrimoniales árboles platanes, de un promedio de ocho metros de alto. Las obras del maestro Eduardo Kingman se exhiben en una galería en donde su hija, Soledad, relata la historia del artista y destaca la importancia de cada una de sus potentes pinceladas.