Luz desapareció y su familia no encuentra la paz

desaparecida

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Una puerta cerrándose es el último recuerdo que tienen Filadelfio Armas y Teodelinda Orozco de su hija Luz América, de 42 años. Un 1 de mayo del 2012 ella salió de su casa para comprar un cilindro de gas y no volvió.

“No puedo dormir pensando en si estará viva o muerta, yo quiero saber qué pasó con mi hija”, cuenta Teodelinda, que celosamente guarda las llaves del cuarto de Luz que aún está intacto. Allí está toda su ropa, sus maquillajes y también las fotografías de sus hijos Wilmer y Edison.

El día que Luz desapareció, el ambiente en la casa se sentía diferente. Su hermano Luis recuerda que, a diferencia de todas las veces que la visitaba, ese día ella no salió a recibirle en la puerta de la casa de la familia, ubicada en el este de Riobamba, en Chimborazo.

“Siempre salía a recibirme afectuosa, con un abrazo. Ese día ella no salió de su cuarto, se veía preocupada o asustada por algo”, cuenta Luis. También sus hermanos y su cuñado Segundo Salazar notaron un cambio en su actitud.

Según ellos, los problemas para ella se iniciaron cuanto retomó la relación amorosa con su ex esposo, a quien había enjuiciado meses antes por la manutención de su hijo menor. “Ella estaba enceguecida de amor por él, incluso pensaba que regresaría con ella definitivamente. Intentamos hablar con él, pero dijo que tampoco sabe nada de ella”, recuerda Salazar.

Cuando habían pasado 72 horas después de su desaparición, la familia denunció el caso en la Fiscalía Provincial de Chimborazo. Mientras allí se tomaban las declaraciones y se preparaban las investigaciones, los hermanos empezaron a buscarla en los pueblos aledaños a Riobamba, pegaron afiches en toda la ciudad con su fotografía y su descripción: ojos, cafés, cabello rubio, piel blanca y 1,62 de estatura.

“En la fiscalía nos dijeron que ya no la pueden buscar, porque seguramente ella se fue por su cuenta propia. Pero nosotros estamos seguros de que no fue así, ella amaba a sus hijos y no teníamos problemas familiares. No había ninguna razón por la que decidiera irse”, reclama Luis.

Entre tanto en la familia nadie puede estar en paz, pues todos los esfuerzos por encontrarla han sido inútiles. El único indicio para encontrarla, son los reportes de llamadas de su teléfono celular. Según el documento, una persona la llamaba insistentemente ese día. De hecho, la última llamada registrada se hizo a ese número.

“Estamos indignados por la respuesta de la Fiscalía, había un sospechoso que se contra dijo en sus declaraciones y los investigadores no profundizaron. El caso debió investigarse más, exigimos que nos ayuden a hacer justicia”, reclamó Filadelfio Armas, su padre.

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